El 10%, 120 niños, de los 1.200 pacientes nuevos al año de oncología pediátrica es tratado por el Servicio de Oncohematología del Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid. Allí realizan unos 30-40 trasplantes anuales. Allí llevan a cabo muchos proyectos de investigación. Luis Madero, jefe del Servicio, destaca que el ...
El 10%, 120 niños, de los 1.200 pacientes nuevos al año de oncología pediátrica es tratado por el Servicio de Oncohematología del Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid. Allí realizan unos 30-40 trasplantes anuales. Allí llevan a cabo muchos proyectos de investigación. Luis Madero, jefe del Servicio, destaca que el suyo es uno de los servicios más grandes de Europa en este campo. Cuenta con el conocimiento y con la experiencia, con recursos y con el apoyo de fundaciones como, entre otras, la Fundación Aladina o la Fundación Infantil Ronald McDonald. Esta última, por ejemplo, construyó un hogar para que los niños de oncología vivan ahí cuando están en tratamientos quimioterápicos en hospital de día. También para las familias de los niños con cáncer. Dispone de una unidad de trasplantes, de otra de oncología, de otra de hematología, de otra de investigación y de otra de ensayos clínicos. Hay en total 14 médicos, a los que hay que sumar residentes, becarios, biólogos y psicólogos.
"El tratamiento de estos niños conlleva una carga diferencial con otras patologías", afirma Madero. Comenta que obliga a un compromiso que generalmente es gratificante. "Muchos de estos niños nos quitan días de nuestra vida, porque lo que ocurre es muy duro. Por mucho que uno tenga experiencia, incide en tu vida personal", expresa. Hay un 80% de éxito y un 20% de fracaso. "Aquí el fracaso no es como cuando te operan y ves peor. El enfermo se muere. Y que se muera un enfermo de cuatro o 18 años es tremendo", manifiesta. A su juicio, hay que poner el foco en los niños mayores, en la oncología del adolescente. "Hay un período de edad, entre los 14 y los 30 años, aunque nuestra incumbencia llega hasta los 18-20 años, que estos niños no pueden ser tratados como criaturas de cinco años, pero tampoco como señores de 60 años. Y suceden muchos dramas en esta población desde el punto de vista de los resultados. Los resultados son menos buenos que en niños más pequeños", advierte.
¿Tenemos más camino por recorrer en la oncología del adolescente que en la infantil? Responde afirmativamente. "Porque los factores de riesgo que tienen los adolescentes son peores que los que tienen los niños y los adultos. Porque no hay un personal específico dedicado a ellos. Y las enfermedades de los 18 años no son iguales. Un cáncer de pulmón no lo suele tener un chico de 15 o 16 años. Los de 16 tienen unas enfermedades muy próximas a los niños y muy próximas a los adultos. El médico de niños está muy acostumbrado a tratar a niños de cuatro y cinco años y muy poco acostumbrado a tratar a niños de 18 años. Lo mismo le ocurre al oncólogo médico", sostiene. Cuando dice "acostumbrado" se refiere a tener conocimientos, sustancia, cuerpo doctrinal, para cáncer de mama, cáncer de estómago o neuroblastoma.
En los adolescentes, los casos de tumores germinales son muy frecuentes. "El cáncer testicular es, quizá, el más tratable por médicos de niños y de adultos, desde el punto de vista del conocimiento. Hay leucemias que padecen los chavales adolescentes, linfomas, que son más específicas de los niños que de los adultos. En ese sentido, la leucemia linfoblástica o el linfoma de Burkitt se tratan con protocolos de niños", informa. El cáncer más frecuente en los niños es la leucemia. El segundo más frecuente son los tumores cerebrales. Después los linfomas. En el adolescente, el más frecuente son los tumores germinales y después los linfomas. Madero aclara que él no reivindica que los adolescentes sean tratados por médicos pediatras, sino que sean tratados por médicos que se dediquen específicamente a ellos.
Es decir, que la comunicación entre oncólogos médicos y oncólogos pediatras conlleve el diagnóstico, pero también las condiciones de vida de los niños.En general, se da una estrategia de humanización. Desde hace tiempo, se procura buscar salas específicas a los niños enfermos, acercarles el colegio, con aulas hospitalarias para oncología. "La humanización es imprescindible. Los niños conocen el diagnóstico de su enfermedad. Lo que no tienen es la previsión de saber que se pueden morir. Los niños saben que tienen cáncer, pero no saben la realidad final de qué les puede ocurrir si el cáncer progresa", subraya. El Servicio de Onco-hematología del Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid cuenta con psicólogos para los pacientes y para los padres de los pacientes.
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