Un estudio ha probado que los antiinflamatorios convencionales, como el ibuprofeno o la aspirina, ayudan a combatir la tuberculosis "en aquellos pacientes que tienen los pulmones muy afectados". Así lo anunciado el Dr. Pere-Joan Cardona, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y jefe de ...
Un estudio ha probado que los antiinflamatorios convencionales, como el ibuprofeno o la aspirina, ayudan a combatir la tuberculosis "en aquellos pacientes que tienen los pulmones muy afectados". Así lo anunciado el Dr. Pere-Joan Cardona, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y jefe de la Unidad de Tuberculosis Experimental del Instituto Germans Trias i Pujol.
El equipo de Cardona ha trabajado en esta investigación y ahora sus resultados se implementarán a los enfermos. "Se trata de un paso de gigante porque estos antiinflamatorios son de uso común y relativamente baratos", destaca el investigador. Según el último estudio de la OMS, entre el 2010 y el 2015 los tratamientos evitaron la muerte de 49 millones de personas. Ante las dificultades para frenar el contagio, los tratamientos eficaces suponen una esperanza para disminuir el número de casos y la mortalidad.
Cardona advierte que, por un lado, en el mundo hay medio millón de casos que son multirresistentes, y que por tanto no se podrán curar nunca. Por otro lado, las condiciones de hacinamiento en las que viven muchas ciudades, con una población en crecimiento, favorecen el contagio de la enfermedad. Por último, en los países en vías de desarrollo aumentan los casos de malnutrición, obesidad y diabetes de tipo 2, los tres factores de riesgo para la patología.
La radiografía de la incidencia no ha variado respecto a los últimos años. En España, el control de la enfermedad es adecuado en Cataluña y Galicia, que cuentan con planes de detección específicos. El Dr. Cardona remarca el valor del plan de control de Barcelona, que fue precursor. A pesar de esto, cada año se detectan 1.000 casos de tuberculosis en Cataluña. En el conjunto de España, y con la histórica reivindicación pendiente de un plan estatal, los expertos estiman que cada año se infectan 100.000 personas, pero solo el 20% son diagnosticadas.
Cardona advierte que para seguir controlando correctamente la enfermedad se requiere una importante inversión por parte de la Administración. Por eso, lamenta la inexistencia de este compromiso y lo atribuye al estigma que arrastra. Mientras la situación no cambie, el equipo de Pere-Joan Cardona sigue con el desarrollo de otros tratamientos y fármacos con el objetivo de detener esta infección, que afecta a una tercera parte de la población mundial.
De hecho, este año ha comenzado un ensayo clínico en Georgia con 3.500 individuos, con un probiótico desarrollado en Cataluña que rebaja el riesgo de desarrollar la enfermedad. Se trata de un complemento alimenticio basado en una bacteria natural que se suministra por vía oral, es barato y resiste las variaciones climáticas. Además, su acción no depende del perfil de resistencia a los antibióticos ni interfiere con él. También siguen con el desarrollo de la vacuna terapéutica RUTI.