La malabsorción y la intolerancia a la lactosa son dos trastornos diferentes que debe diagnosticar un médico. La malabsorción implica que el intestino no procesa ni asimila bien la lactosa, mientras que la intolerancia se caracteriza por la aparición de molestias o síntomas digestivos originados por esta malabsorción de la ...
La malabsorción y la intolerancia a la lactosa son dos trastornos diferentes que debe diagnosticar un médico. La malabsorción implica que el intestino no procesa ni asimila bien la lactosa, mientras que la intolerancia se caracteriza por la aparición de molestias o síntomas digestivos originados por esta malabsorción de la lactosa. Ambos trastornos son muy frecuentes. Se calcula que en España hay un tercio de la población que padece malabsorción. Por otro lado, la intolerancia a la lactosa afecta a entre un 20 y un 40% de los españoles.
Muchas veces se tiene una percepción de la intolerancia a la lactosa que no se corresponde con una intolerancia real. La intolerancia a la lactosa subjetiva es una situación en la que la persona afectada decide, por su percepción personal, atribuir sus molestias digestivas a la lactosa. Sin embargo, la evaluación objetiva de la malabsorción por parte del especialista médico resulta discordante con la percepción subjetiva individual de la intolerancia a la lactosa en el 38% de los casos.
Por este motivo, en caso de sospecha se deben pasar las pruebas diagnósticas necesarias. La prueba más habitual para el diagnóstico de la malabsorción de la lactosa es el test del aliento de hidrógeno, que se efectúa ingiriendo leche o lactosa para, acto seguido, recoger muestras del aire exhalado donde se determina la concentración de hidrógeno. Un aumento excesivo en la excreción de hidrógeno en el aliento conduciría al diagnóstico de malabsorción de lactosa.
El principal carbohidrato presente en todos los tipos de leche es la lactosa. La malabsorción de la lactosa y, en consecuencia, la intolerancia a la lactosa, se asocia con la producción insuficiente de lactasa (hipolactasia) en el intestino. La lactasa es una enzima que hidroliza, es decir, subdivide las moléculas de la lactosa para que puedan absorberse mejor en el intestino.
Existen varios tipos de intolerancia y distintos grados, así como diferentes tipos de déficits de malabsorción de la lactosa o hipolactasia, de los cuales el más frecuente es el déficit primario, adquirido en el adulto debido a la deficiencia de lactasa. En este sentido, el especialista Aparato Digestivo y experto de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD), Dr. Francesc Casellas Jordà, indica: "Es habitual que las personas que tienen malabsorción de la lactosa la noten en forma de intolerancia, pero aún en estas ocasiones puede darse que ambos trastornos no coincidan. Reconocemos pacientes malabsorbedores que toleran la lactosa y pacientes intolerantes a la lactosa que la absorben bien".
La intolerancia a la lactosa ocurre cuando las personas con deficiencia de lactasa y malabsorción de lactosa presentan síntomas digestivos. Estos síntomas pueden ser muy diversos, heterogéneos y poco predecibles. Entre ellos está el meteorismo (o producción de gases), ruidos intestinales, hinchazón del vientre o diarrea sin sangre. En caso de sospecha de malabsorción de la lactosa, el paciente debe someterse a las pruebas diagnósticas adecuadas por parte de un médico, en lugar de autodiagnosticarse la enfermedad.
En esta línea se sitúa una de las principales recomendaciones de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD): evitar la supresión completa de los lácteos de la dieta, manteniendo el consumo de una cantidad que no provoque síntomas de intolerancia a la lactosa. "Los lácteos son un producto de gran valor alimenticio, puesto que contienen calcio, vitamina D y en el caso del yogur, la actividad lactásica (producción de lactasa) que proporcionan las bacterias ayudan a la digestión de la lactosa; por lo que se debe motivar su consumo en la medida que pueda tolerar cada persona", asegura el Dr. Casellas.