Lo que más atrae a muchos profesionales a orientarse hacia un área del conocimiento como es el cerebro es que éste es el gran desconocido. Es uno de los órganos más complejos del cuerpo humano. David Pérez Martínez, jefe de Servicio de Neurología del Hospital Universitario 12 de Octubre, confiesa ...
Lo que más atrae a muchos profesionales a orientarse hacia un área del conocimiento como es el cerebro es que éste es el gran desconocido. Es uno de los órganos más complejos del cuerpo humano. David Pérez Martínez, jefe de Servicio de Neurología del Hospital Universitario 12 de Octubre, confiesa que "tiene su dureza" en el sentido de que las secuelas suelen provocar a los pacientes una discapacidad y una calidad de vida complicada. "No sólo repercute en ellos, sino también en los familiares que han de cuidarlos", recuerda. Por otro lado, "tiene la trascendencia de que estás investigando el cómo somos como personas". Destaca que "somos lo que nuestro cerebro nos dice y nos hace". Resume que hay "una vertiente asistencial, como en el resto de la medicina", pero "también una parte casi trascendente a la hora de investigar el sustrato de nuestra conciencia".
Le preguntamos por el momento en el que se encuentra la neurología. Explica que, en EE UU, desde 1990 hasta 2000, tuvo lugar "la década del cerebro". Había inquietud por el hecho de que las enfermedades neurológicas iban creciendo y no había la suficiente investigación básica para poder afrontar los retos que tenían. Se invirtió muchísimo y estamos ahora obteniendo los frutos de toda esa investigación. "La neurología, en el siglo XX, era una especialidad muy interesante desde el punto de vista académico, pero con muy pocas herramientas terapéuticas. En estos 18 años del siglo XXI, se han descubierto numerosas nuevas intervenciones terapéuticas, especialmente en la enfermedad de Parkinson, en la esclerosis múltiple, en las enfermedades neuromusculares, con el apoyo de las terapias genéticas", expone. Si bien, subraya que "todavía queda campo de desarrollo en la enfermedad de Alzheimer, que es el mayor reto al que se enfrenta la neurología en estos momentos". Hoy por hoy, se está investigando en todas las enfermedades neurodegenerativas, como demencias o Parkinson. No sólo en Alzheimer. "Hay algunos mecanismos que probablemente sean comunes a todas. La investigación básica nos da pistas para poder intentar explicar cómo funcionan este tipo de enfermedades", comenta. Es verdad que las intervenciones terapéuticas en los modelos de enfermedad que hay ahora se van centrando en Alzheimer. "Ha sido gracias a que en los últimos diez años tenemos biomarcadores más potentes para detectar a pacientes con Alzheimer", matiza. En el siglo XX, hace 20 años, el diagnóstico de esta enfermedad era por exclusión. Con las pruebas, se comprobaba que el paciente no padecía otras enfermedades y se concluía que tenía Alzheimer. Entre un 15 y un 30% de los diagnósticos era equivocado. En realidad, se sufría otra demencia o una demencia vascular.
Actualmente, disponemos de herramientas bioquímicas y pruebas de neuroimagen funcional como el PET, que permiten seleccionar pacientes con muy alta probabilidad de tener enfermedad de Alzheimer, pura o casi pura. "Las nuevas intervenciones terapéuticas van orientadas a ese grupo de pacientes, especialmente mediante terapias inmunológicas", afirma Pérez Martínez. Con inmunización pasiva, con anticuerpos frente a algunas de las proteínas que se acumulan en el cerebro. "Desgraciadamente, a día de hoy, y después de diez años de ensayos clínicos en este ámbito, aún no tenemos buenas noticias en relación con la eficacia. Sí sabemos mucho más que hace diez años, pero tenemos ahora el problema encima de la mesa de que creemos que las dianas terapéuticas que estábamos utilizando hace diez años probablemente estén erradas, o hay algo que nos hace fallar en el empeño de utilizarlas", puntualiza.
Diagnóstico e intervención precoces
¿El diagnóstico precoz es clave? El jefe de Servicio de Neurología del 12 de Octubre responde afirmativamente. "No es clave en el sentido de que no tenemos una intervención farmacológica ideal. Las terapias farmacológicas que hay aprobadas actualmente para el Alzheimer son claramente poco eficaces", lamenta. Por eso, el ímpetu de intentar mejorar la investigación en ese campo. En cambio, sí es clave en otro aspecto. En los últimos 20 años hay más evidencias de que las intervenciones no farmacológicas mejoran el pronóstico de este tipo de pacientes. Cita estas intervenciones: estimulación cognitiva, ejercicio físico y control de los factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia, sobrepeso). "Un conjunto de este tipo de intervenciones produce un efecto muy relevante en aquellos pacientes que tienen un deterioro cognitivo leve o una enfermedad de Alzheimer leve", remarca. Su evolución es mucho más benigna que en aquellos pacientes en los que no se interviene de esta manera.
Independientemente de ese beneficio real, cuantitativo en marcadores de salud, la población muestra un interés por saber qué va a pasar en el futuro. Si uno acude a consulta con un trastorno cognitivo, quiere tener un diagnóstico de lo que va a pasar en los siguientes diez o 15 años en relación con su patología, para prepararse. Opina que es una necesidad por parte del paciente el que le puedan aportar un informe con la suficiente fiabilidad sobre el pronóstico de este tipo de enfermedades.
Se sabe que, si hay algunas enfermedades que tienen una relación clara con la edad, son las neurodegenerativas. En especial, las demencias. En particular, el Alzheimer. El aumento del envejecimiento de la población ha hecho aumentar el número de casos. "Hay un estudio en Inglaterra, otro en Francia y otro en Suecia, en los que la incidencia global parece que se ha reducido algo. Eso es una buena noticia. El que haya menor incidencia no quiere decir que haya menos casos, porque la población anciana ha crecido más. Eso quiere decir que algo estamos haciendo bien en los últimos 20-30 años, porque se está reduciendo lentamente la incidencia global de las demencias, y de la enfermedad de Alzheimer en particular. Parece ser que es la intervenciónprecozsobrelosfactoresderiesgocardiovascular,lahipertensión, la diabetes, la hipercolesterolemia, los planes de ejercicio físico en la población, el nivel educativo poblacional, que ha aumentado, la educación sanitaria, los seguros sanitarios universales", reflexiona. Pérez Martínez siempre manifiesta que "el Estado del Bienestar protege de la demencia, de alguna manera". Esas intervenciones, si se efectúan precozmente, desde la juventud hasta las edades media de la vida, tienen un beneficio en etapas posteriores.
No está claro de que haya actualmente más casos de gente joven. "Aunque es un número apreciable", pronuncia. Se cree que, por debajo de 65 años, sólo en nuestro país, puede haber entre 25.000 y 35.000 pacientes con Alzheimer. Es una tasa pequeña, de un 0,5-1% de los casos, pero al tener 500.000 o 600.000 pacientes de Alzheimer en nuestro país, van apareciendo enfermos jóvenes. En ellos, el diagnóstico es más difícil: "Ningún médico piensa a priori que alguien joven pueda tener una demencia y hay trastornos en el ámbito psicológico que hace pensar que los síntomas están relacionados con la depresión, con un trastorno de la ansiedad, con estrés y no que está desarrollando una enfermedad de Alzheimer o una demencia precoz". Otro problema es que las intervenciones terapéuticas no están adaptadas a ellos. Los centros de Día están más orientados a gente más mayor, al igual que los programas de estimulación, por lo que habría que "repensar y reorientar algún centro específico para este tipo de pacientes".
Para leer el artículo completo, haz clic en el PDF adjunto