La pandemia del Covid-19 trajo consigo numerosos aprendizajes para diferentes sectores, pero también ha puesto sobre la mesa una serie de realidades a las que debemos prestar atención. Un gran número de pacientes crónicos se han visto perjudicados en su acceso al sistema sanitario, porque la crisis sin precedentes que ...
La pandemia del Covid-19 trajo consigo numerosos aprendizajes para diferentes sectores, pero también ha puesto sobre la mesa una serie de realidades a las que debemos prestar atención. Un gran número de pacientes crónicos se han visto perjudicados en su acceso al sistema sanitario, porque la crisis sin precedentes que ha representado la pandemia colocó a los recursos sanitarios, humanos y materiales, al límite de sus posibilidades.
La primera ola no sólo afectó a la salud de los españoles, sino que supuso un auténtico terremoto en los cimientos de la sociedad, de las familias, del mercado laboral y de la economía. Tras la primera fase, definitivamente marcada por el confinamiento domiciliario, el acceso a los recursos sanitarios no se normalizó, y diferentes estudios han analizado el impacto de la pandemia en diferentes ámbitos.
En este artículo ofrecemos las principales conclusiones del "Estudio del impacto de Covid-19 en las personas con enfermedad crónica. Informe de resultados de la 2ª fase" elaborado por la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP). De este informe se extrae la necesidad de que los pacientes sean tenidos en cuenta en la toma de decisiones, y que el modelo de planificación y gestión de la cronicidad debe adaptarse al nuevo contexto, a raíz de la crisis sanitaria sin precedentes que estamos atravesando y no sabemos cuándo terminará. Los pacientes crónicos no pueden esperar a la finalización de la pandemia para que se organice su atención sanitaria de una manera adecuada.
El objetivo de este estudio es comprender cómo la pandemia del Covid-19 ha impactado en las personas con enfermedad crónica o síntomas cronificados, tanto durante el confinamiento como tras el fin del primer estado de alarma, de modo que se puedan concretar propuestas de mejora de la atención sanitaria pública. Para ello, se ha contado con 388 participantes que tienen al menos un diagnóstico de enfermedad o síntoma crónico, recopilando la información a partir de un cuestionario online.
El perfil del participante durante la segunda fase corresponde a una persona con enfermedad cardiaca (22%), VIH, (12,1%), artrosis (11,9%), deficiencia de hierro (10,5%), enfermedad mental (9%) y diabetes (7%). El 50,1% de los pacientes encuestados eran pluripatológicos. Respecto a las variables sociodemográficas, la persona participante cuenta con una media de edad de 52,9 años y vive acompañada (83,3%). Una de cada seis personas, mayo[1]ritariamente mujeres, necesita ayuda de un familiar o cuidador informal para poder realizar algunas actividades básicas de la vida diaria, el 28,2% tiene reconocido legalmente un grado de discapacidad y el 39,6% de las personas es miembro (socio y/o voluntario) de una organización de pacientes.
Atención sanitaria
El 13,6% de las personas participantes en la encuesta presentaron algún tipo de síntoma relacionado con el Covid-19. Aproximadamente dos de cada tres pacientes que presentaron síntomas fueron mujeres. Una vez detectados esos síntomas, uno de cada cinco participantes acudió o contactó telefónicamente con su centro de atención primaria de referencia o acudió a urgencias. Otros optaron por consultar información por Internet, en una organización de pacientes, en la farmacia o en centros de medicina privada.
De todas las personas participantes en la encuesta que presentaron síntomas sospechosos de Covid-19, al 81,1% se le realizó la prueba diagnóstica para detectar la presencia de enfermedad por infección del virus, dando positivo 58,5%. Sólo un 0,3% fue hospitalizado sin ingreso en la UCI, y el 22,7% de los participantes obtuvieron un resultado negativo. A un 18,3% de aquellos que presentaron síntomas no se les realizó la prueba diagnóstica.
Si nos fijamos ahora en el lugar donde los pacientes pudieron recoger su tratamiento prescrito, aproximadamente tres de cada cuatro personas (77,1%) lo hicieron en la farmacia comunitaria, mientras que el 7,4% tenía que acudir a la farmacia hospitalaria o al hospital de día, y una de cada seis personas utilizaba ambas opciones. Si bien durante la primera ola existía un porcentaje de casos, en torno al 5%, en los que la farmacia hospitalaria entregaba a domicilio la medicación, en la segunda ola prácticamente no se da esta opción, y en cambio es la farmacia comunitaria, voluntarios o bien organizaciones de pacientes quienes más entregan a domicilio. En cuanto a las dificultades para conseguir el tratamiento farmacológico, en la primera ola este inconveniente afectó al 80% de los participantes en la encuesta, y sin embargo en la segunda ola este dato bajó al 25,2%. También disminuyó el número de pacientes que no acude a la farmacia por miedo al contagio.
Por lo que se refiere a la adherencia al tratamiento, tras finalizar el primer estado de alarma el 21,2% de los encuestados afirmó que olvidaba a veces tomar su medicación, el 10,1% decidió no tomar el tratamiento a veces, e incluso llegaron a quedarse sin medicación. Las mujeres fueron más olvidadizas en ese sentido, y también las que más veces se quedaron sin tratamiento. Al comparar los resultados de ambas olas se observa un crecimiento en la segunda en cuanto a personas que decidieron a veces no tomar su medicación.
Además, sólo el 53,3% de los pacientes ha podido continuar su tratamiento en centros ambulatorios y hospitalarios con normalidad desde la finalización del primer estado de alarma, mientras que el 44,3% ha sufrido algún cambio, una mayor separación de citas o el aplazamiento hasta nueva orden. Un 89% de los participantes tuvieron consultas en centros sanitarios tras la finalización del primer estado de alarma, y apenas en un 15% de los casos fueron consultas presenciales, mientras que en el 44,5% fueron mixtas y el 27,5% fueron telefónicas o telemáticas.
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