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Descubren que una alteración genética está asociada a la progresión de cánceres poco comunes

Con esta investigación del IMIB e demuestra por primera vez el papel clave de un microRNA en la progresión de las neoplasias mieloides crónicas, unas enfermedades que han duplicado su incidencia en las dos últimas décadas.

19/05/2021

Investigadores del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria Virgen de la Arrixaca (IMIB), dirigidos por Francisca Ferrer y Constantino Martínez, han descubierto que una alteración genética está asociada a la progresión de cánceres poco comunes. Los resultados del estudio, publicado en la revista `Leukemia´,son los primeros en demostrar el papel clave de ...

Investigadores del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria Virgen de la Arrixaca (IMIB), dirigidos por Francisca Ferrer y Constantino Martínez, han descubierto que una alteración genética está asociada a la progresión de cánceres poco comunes.

Los resultados del estudio, publicado en la revista `Leukemia´,son los primeros en demostrar el papel clave de un microRNA en la progresión de las neoplasias mieloides crónicas philadelfia negativas (NMP), unas enfermedades que han duplicado su incidencia en las dos últimas décadas lo que supone un punto de partida en la búsqueda de nuevas dianas terapéuticas.

Una de las principales preocupaciones entre los médicos que atienden a pacientes con enfermedades oncohematológicas es predecir cuáles de ellos progresarán a fases más avanzada de la enfermedad y, por tanto, tendrán un peor pronóstico. Entre un 5% y un 15% de los pacientes con producción excesiva de plaquetas o glóbulos rojos, como consecuencia de una enfermedad en la médula ósea, sufrirá complicaciones graves, como la leucemia aguda o la fibrosis de la médula ósea.

La investigación liderada por los doctores Francisca Ferrer y Constantino Martínez, del grupo de Hematología y Oncología Médica Clínico Experimental del IMIB que dirige del doctor Vicente Vicente, en colaboración con el Grupo Español de Neoplasias Mieloproliferativas (GEMFIN), ha descubierto que una variante genética en un microRNA podría estar implicada en el desarrollo de estas neoplasias. En concreto, se trata de una variante que afecta al 27% de la población general y se asocia a una disminución de los niveles del miR146a, una molécula que actúa como `freno´ de la inflamación.

Prevalencia cada vez mayor

Las NMP son enfermedades de la sangre producidas por mutaciones genéticas que conducen a la expansión descontrolada de las células `madre´ de la médula ósea y, en consecuencia, a un aumento excesivo del número de glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas en la sangre de los pacientes. Cuando predomina el aumento de glóbulos rojos, la neoplasia se denomina policitemia vera; por el contrario, si predomina el aumento de las plaquetas, nos encontraremos antes una trombocitemia. Los pacientes presentan síntomas como picor, cansancio, molestias en la tripa por aumento del tamaño del bazo, trombosis y/o hemorragias.

Aunque se encuadran dentro de los cánceres raros, los rangos de incidencia se han duplicado en las últimas dos décadas, en gran medida por la mejora en los métodos diagnósticos (con la identificación de mutaciones asociadas a estas neoplasias). Además, al tratarse de enfermedades relacionadas con la edad, debido al envejecimiento de la población, su prevalencia es cada vez mayor. Se estima que entre 1 y 5 de cada 10.0000 habitantes padecen alguno de estos cánceres `raros´.

A largo plazo, los pacientes pueden progresar a una fase avanzada conocida como mielofibrosis (entre un 5%-10% a los 10 años), en el que la médula ósea ya no puede trabajar más, produciéndose habitualmente anemia y necesidades transfusionales, o, incluso, transformarse en una leucemia aguda. "Este riesgo aumenta con el tiempo y puede alcanzar hasta el 25% en 20 años", resalta la doctora Francisca Ferrer. De hecho, una de cada tres personas con mielofibrosis deriva de fases más tempranas. "Una vez transformada, el pronóstico empeora", precisa la también hematóloga del Hospital Universitario Morales Meseguer y profesora asociada de la Universidad de Murcia (UMU).

Culpable de una progresión precoz

Se sabe que la alta carga de una mutación en el gen Janus quinasa 2 (JAK2) y la presencia de mutaciones cooperantes en otros genes son los principales factores de riesgo de progresión. La búsqueda de nuevos predictores de progresión es relevante porque permitiría estratificar mejor el riesgo, con el fin de poder actuar con antelación, además de que ayudaría a encontrar nuevas dianas terapéuticas.

Este equipo acaba de encontrar que un marcador genético, el rs2431697, modificando los niveles de miR146a, puede constituir un biomarcador de progresión temprana a mielofibrosis. En concreto, han buscado su presencia en cerca de 1.000 pacientes con NMPc procedentes de 15 hospitales de España y 600 controles sanos. Los resultados demostraron que rs2431697 se asocia con el desarrollo de este tipo de cáncer de médula poco común (mielofibrosis). "Hemos demostrado no solo que la presencia de rs2431697 es un factor de riesgo de progresión independiente, sino que, además, provoca una progresión precoz", explica la investigadora principal del IMIB. La presencia de esta alteración genética también se asocia a un mayor riesgo de padecer enfermedades autoinmunes, cáncer o trombosis.

El aumento de glóbulos rojos, glóbulos blancos o plaquetas que tienen estos enfermos en la sangre (confiriendo mayor viscosidad, `sangre espesa´) hace que los pacientes con estas neoplasias tienen también mayor riesgo de complicaciones trombóticas. Los mayores de 60 años o con historia de trombosis se consideran de riesgo alto y reciben tratamiento. Sin embargo, las escalas disponibles no predicen el riesgo trombótico de forma precisa, especialmente entre los pacientes más jóvenes. Urge, por tanto, encontrar nuevos biomarcadores de riesgo trombótico en estas neoplasias.

Actualmente, estos investigadores están evaluando nuevos factores clínicos, moleculares o biológicos que permitan afinar mejor en los sistemas de la estratificación del riesgo, mejorar la prevención de la trombosis y encontrar oportunidades para el desarrollo de nuevos fármacos.

Además de los doctores Francisca Ferrer y Constantino Martínez, han participado en este estudio Raúl Teruel y Rocío González-Conejero, ambos investigadores principales del IMIB.

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