Expertos aseguran que el ictus pediátrico debería tratarse antes ya que más de la mitad de los niños que sufren un ictus son diagnosticados de forma tardía, entre 12 y 24 horas después, y un 10% no son diagnosticados. Las causas de ello son, entre otras, la dificultad al acceso ...
Expertos aseguran que el ictus pediátrico debería tratarse antes ya que más de la mitad de los niños que sufren un ictus son diagnosticados de forma tardía, entre 12 y 24 horas después, y un 10% no son diagnosticados. Las causas de ello son, entre otras, la dificultad al acceso de la Resonancia Magnética (RM), la prueba de imagen considerada 100% sensible en estos casos y la falsa creencia de que los infartos cerebrales no afectan entre la población infantil.
Así lo ha expuesto la Dra. Yolanda Ruiz Martín, radióloga pediátrica del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid, en la sesión científica `Código Ictus pediátrico: diagnóstico´ del 35º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Radiología Médica (SERAM). Asegura que existe un "un desconocimiento generalizado" del ictus pediátrico y que para evitar un diagnóstico tardío del mismo "hay que aumentar el índice de sospecha del ictus entre padres y médicos". La propia implantación de "guías clínicas, protocolos y códigos ictus" cree que ayudarían a la concienciación. La especialista ha explicado que se está produciendo una demora en la inclusión de los niños en el `Código Ictus´ debido a la menor incidencia que en adultos y a la falta de ensayos prospectivos aleatorios. Su hospital es uno de los tres que la Comunidad de Madrid designó como centros de referencia en `Código Ictus´ pediátrico en 2019. Desde entonces en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón han atendido a 35 niños con sospecha de ictus.
Asistencia médica a medida
La especialista asegura que existe una "creencia de que el ictus pediátrico tiene buen pronóstico por la elasticidad neuronal" pero aclara que esto no es cierto: "un 10% de los niños mueren, un 20% van a tener recurrencias y un 75% secuelas neurológicas de por vida". Sobre las secuelas insiste: "estamos hablando de niños con toda una vida por delante arrastrando una discapacidad con el alto coste social y económico que esta conlleva". Para luchar contra esta situación es importante contar con equipo médico adecuado como la Resonancia Magnética, una prueba de imagen que determina con mayor seguridad el ictus pediátrico. Según Ruiz "debe estar disponible 24 horas al día, 7 días a la semana, en los centros de referencia". Para la radióloga pediátrica, casi tan urgente como diagnosticar el infarto va a ser "establecer su etiopatogenia" ya que el tratamiento "va a ser muy diferente en cada caso". En este tema asegura, "la resonancia también es la prueba radiológica que va a ser de más ayuda". Los factores de riesgo en el niño son muy numerosos y diferentes a los del adulto, explica, "con mucha más frecuencia va a ser multifactorial y casi siempre vamos a encontrar el factor etiológico responsable".
En este sentido, la experta hizo un recorrido por los `criterios CASCADE´, establecidos en 2012, para estandarizar la clasificación y el diagnóstico del infarto isquémico arterial infantil. Se trata de cuatro tipos de arteriopatías, las más frecuentes entre todos los factores de riesgo, sobre todo cuando hablamos de un niño previamente sano. Están asociadas a infecciones de vías aéreas altas y resfriados en días previos "aumentando hasta 6,3 veces el riesgo de infarto". Hay que tener en cuenta que entre el 30-50% de las "disecciones arteriales" se puede producir por traumatismo leve. Otra arteriopatía frecuente, asegura la Dra. Ruiz, es la "anemia de células calciformes", que conllevan "un riesgo de infarto celebrar similar al del adulto y precisan de un diagnóstico muy precoz para poder realizarle al niño una exanginotransfusión urgente". Más causas de riesgo pueden ser el cardio-embolismo, que suele producirse si el niño tiene cardiopatías congénitas o adquiridas o ha sido sometido a cirugía o intervencionismo cardíaco. Por último, existen casos de etiología indeterminada, así como multifactoriales. Estos últimos pueden darse en niños con enfermedades hematológicas, genéticas o metabólicas.