Un estudio de la Universidad de California (UC) adjudica a los macrófagos inmunosupresores un papel clave en el fracaso de la inmunoterapia neoadyuvante en el glioblastoma recurrente. En un enfoque multi-ómico los autores demuestran que los agentes anti-PD-1 promueven la infiltración tumoral por los linfocitos T, una proporción de los ...
Un estudio de la Universidad de California (UC) adjudica a los macrófagos inmunosupresores un papel clave en el fracaso de la inmunoterapia neoadyuvante en el glioblastoma recurrente. En un enfoque multi-ómico los autores demuestran que los agentes anti-PD-1 promueven la infiltración tumoral por los linfocitos T, una proporción de los cuales se encuentra exhausta. Aunque el tratamiento también resulta en el reclutamiento de células dendríticas presentadoras de antígenos tumorales, la mayor parte de las células inmunitaras infiltradas son macrófagos y monocitos que expresan elevados niveles de inhibidores de los check-points de activación de los linfocitos.
El surgimiento de poblaciones de células inmunitarias con características funcionales diferentes de las que se encuentran en el tejido normal adyacente ya era conocida en otros tipos de tumores. Sin embargo, esta posibilidad no había sido examinada en pacientes tratados con anticuerpos anti-PD-1 antes de la cirugía de resección. Robert Prins, investigador del Departamento de Neurocirugía de la UC y director del estudio, afirma que aunque el tratamiento con agentes anti-PD-1 revitaliza la función de los linfocitos T, tiene efectos diversos sobre poblaciones inmunitarias, remodelando con ello el microentorno tumoral. Aunque la predominancia de las células del linaje mieloide en este entorno permanece inalterada, la exposición al interferón-gamma asociada al tratamiento con anti-PD-1 induce en estas células la expresión de ligandos que interaccionan con TIGIT y CTLA-4, principales inhibidores de la activación linfocitaria.