De la mano de los expertos Dr. Jesús Santianes, coordinador del Grupo de Trabajo de Cronicidad y Dependencia de SEMERGEN, y de la farmacéutica y bióloga Dra. Mónica De la Fuente, catedrática de Fisiología en la Universidad Complutense de Madrid, se abordaron en este seminario, patrocinado por Laboratorios Boiron, aspectos ...
De la mano de los expertos Dr. Jesús Santianes, coordinador del Grupo de Trabajo de Cronicidad y Dependencia de SEMERGEN, y de la farmacéutica y bióloga Dra. Mónica De la Fuente, catedrática de Fisiología en la Universidad Complutense de Madrid, se abordaron en este seminario, patrocinado por Laboratorios Boiron, aspectos relativos al envejecimiento saludable, inmunosenescencia, estrategias para mejorar el estilo de vida, además del papel del médico de A.P. sobre el envejecimiento saludable. Un tema que representa todo un reto para el primer nivel asistencial, teniendo en cuenta, según datos de la OMS, que ha denominado el período 2020-2030 como la década del envejecimiento saludable, que el número de personas mayores de 65 años va a aumentar un 34% en todo el mundo.
La temática abordada partió del concepto de envejecimiento como aquel conjunto de modificaciones tanto de morfología como de función que sufren todos los seres vivos como consecuencia del paso del tiempo. Estos cambios van a condicionar una disminución en la capacidad de adaptarse de las personas a estímulos y agresores externos, y patología, sin olvidar que cada persona va a tener un proceso de envejecimiento diferente.
A partir de aquí, de acuerdo con los ponentes, se puede hablar de envejecimiento saludable como aquel en el que se busca mantener esa capacidad de adaptación y funcional de las personas para que ese proceso de envejecer se produzca en un marco de bienestar. "Hay que intentar no solo vivir más sino vivir mejor", remarcaron.
El Dr. Santianes distinguió cuatro grupos de ancianos: aquel de edad avanzada que se mantiene sano y que puede presentar enfermedades crónicas no incapacitantes, conserva su independencia para actividades básicas de la vida diaria (ABVD) e instrumentales (AIVD), y no presenta deterioro cognitivo ni tiene especial riesgo social.
El anciano sano pero que presenta una enfermedad aguda, mientras el frágil padece varias enfermedades crónicas concomitantes que en su fase estable le permiten mantener su independencia para ABVD pero tiene gran riesgo de volverse dependiente. Finalmente, el paciente crónico complejo presenta varias enfermedades crónicas de las que, al menos, una es incapacitante y dependiente para ABVD. Suele manifestar clínica cognitivo/conductual y problemática social.
Por otra parte, para el geriatra Santianes, "la cronicidad se puede considerar un éxito a nivel médico, al haberse conseguido incrementar la expectativa de vida, además de convertir muchas patologías mortales en crónicas". Así, según algunos de los datos expuestos, el 80% de las consultas que se atienden en Atención Primaria van a tener relación con patología crónica, y en los servicios de urgencia, el 40% de las visitas están motivadas por patología crónica, además del 60% de los ingresos están asociados a esta causa. De ahí que el 70% del gasto sanitario global va a estar dedicado a la cronicidad.
En definitiva, según afirmó, "no se puede catalogar a una persona, desde el punto de vista clínico por su edad cronológica, sino por su estado de salud". A estas edades, como apuntó, "resulta conveniente fomentar los hábitos de vida saludable para que el proceso de envejecimiento se produzca en las mejores condiciones posibles".
Envejecimiento saludable e inmunidad
La Dra. De la Fuente subrayó en su intervención que "no puede asociarse envejecimiento a enfermedad, sino que hay que entenderlo como un proceso biológico natural e inevitable que se convierte en el más largo de la vida de las personas y comienza, principalmente, cuando se alcanza la edad adulta, a partir de los 20 años, cuando se ha culminado el proceso de desarrollo fisiológico". Por tanto, añadió, "nos pasamos gran parte de nuestra vida envejeciendo, período que, por otra parte, va a determinar nuestra longevidad limitada a un máximo de 120 años, según la evidencia científica".
El envejecimiento, como recordó, "conlleva un deterioro de los sistemas homeostáticos: endocrino, nervioso y el inmunitario, en el que juega un importante papel el estrés oxidativo e inflamatorio".
En concreto, el deterioro de la inmunidad se conoce como inmunosenescencia, "que constituye un riesgo de morbilidad, al considerarse el sistema inmunitario como el mejor marcador de salud por estar compuesto por una gran variedad de subpoblaciones celulares y de moléculas. Todo ello da lugar a la respuesta inmunitaria que es la que permite defender al organismo de agentes dañinos como infecciones, tumores, entre otros agentes extraños o nocivos". En este sentido, aludió a la importancia de "mantener un equilibrio relacionado con la inflamación, una pieza clave en la respuesta inmune al desencadenar la movilización de las células inmunitarias ante agentes dañinos para el organismo".
Sin embargo, con el envejecimiento el sistema inmunitario experimenta una serie de cambios tanto cuantitativos como cualitativos, estos últimos más importantes, desde su punto de vista, "al considerarse marcador y modulador de la velocidad a la que cada persona envejece". Relacionado con ello, destacó la importancia de diferenciar la edad cronológica de la edad biológica. "Esta última es, precisamente, la que está asociada a la velocidad con la que cada uno envejece. A partir de una serie de factores se puede configurar un modelo matemático que permita concretar la edad biológica del ser humano: actividad natural frente a tumores, capacidad de proliferación de linfocitos, la capacidad de los neutrófilos de moverse hasta el foco infeccioso, la capacidad de fagocitar junto a la capacidad de homeostasis de los linfocitos", tal como expuso.
La inmunidad puede modular la velocidad a la que se envejece. A partir de la cantidad de oxidantes que genera el organismo que, por una parte, son necesarios, van a tener capacidad para ir deteriorando nuestras estructuras. De ahí la importancia, como destacó, "del equilibrio entre la cantidad de oxidantes que se generan y la de defensas antioxidantes, que, por otra parte, se va perdiendo a medida que se envejece, junto con un incremento del estrés inflamatorio, que, con el paso del tiempo, se irán cronificando". En este caso, agregó, "si el sistema inmunológico no está bien regulado puede entrar en un círculo vicioso, incitando la activación de una serie de factores que, a su vez, va a provocar un incremento tanto del estrés oxidativo como del inflamatorio".
Respecto a las estrategias de estilo de vida que pueden contribuir al cuidado y refuerzo de la inmunidad que, en función de su estado, puede acelerar el proceso de envejecimiento, la Dra. De la Fuente se refirió a la actividad física moderada, el control del estrés, junto con las relaciones sociales, además de una buena nutrición mediterránea, rica en frutas, verduras, acompañada de cantidades adecuadas de antioxidantes, y de probióticos, van a contribuir a disminuir la cantidad de estrés oxidativo y antiinflamatorio, además de mejorar la inmunidad y el sistema homeostático.
En este contexto, destacó la importancia de la microbiota presente por todo el organismo, sobre todo, en el tracto digestivo donde es más abundante y, en concreto, en el intestino grueso, "y que tiene mucho que decir sobre la forma de envejecer", indicó la experta. Se caracteriza por su función protectora frente a patógenos, y su influencia sobre los sistemas homeostáticos, con los que se mantienen en constante comunicación.
A medida que se envejece, tal como explicó, "la microbiota va modificándose con una disminución de la biodiversidad de microorganismos, relacionándose la edad biológica con la microbiota alterada o disbiosis, relacionada con más de 300 enfermedades". De ahí la importancia de "mantener dicha microbiota en las mejores condiciones a lo que pueden contribuir los probióticos, siendo los más utilizados los lactobacilos y bifidobacterias".
Según expuso en otro momento de su intervención, "los probióticos modifican favorablemente la composición de la microbiota y tienen efectos muy positivos sobre síntomas de enfermedad, sobre todo, de tipo intestinal, y, en definitiva, ayudan a mantener la salud de manera preventiva, al incidir sobre los sistemas homeostáticos: sistema endocrino, nervioso e inmunitario".
"El efecto en el proceso del envejecimiento de cepas probióticas de lactobacilos y de bifidobacterias es muy positivo, incluso, acuñándose el término `gerobiótico´ para identificar aquellas cepas probióticas que ayudan a un mejor envejecimiento al mejorar la inmunidad, dada su capacidad antioxidante e antiinflamatoria". En resumen, aseguró que "para alcanzar una longevidad saludable hay que tener en `buena forma´ nuestra inmunidad y a ello pueden contribuir los probióticos".
Intervención del médico de A.P.
En relación a la intervención del médico ante este tipo de situaciones, el Dr. Santianes mostró algunos ejemplos de intervención dietética en relación con la microbiota, intestino y envejecimiento. En concreto, se centró en dos proyectos. Uno de ellos, Ristomed, basado en la comparación de dos grupos de pacientes sanos mayores de 65 años, uno de ellos suplementado con prebióticos, durante ocho semanas. "Como resultado se pudo observar un descenso de niveles séricos de marcadores inflamatorios y homocisteina, además de un incremento de los niveles plasmáticos de folatos y vitamina B12, en definitiva, demuestra que la relación entre inflamación y envejecimiento es evidente", explicó.
El otro trabajo al que hizo alusión el Dr. Santianes es el proyecto `NU-AGE´, relativo a una intervención dietética mediterránea, prolongada durante un año, en pacientes frágiles. "De los resultados se desprende que una mayor adherencia a la dieta se relaciona con una mayor diversidad de la microbiota, un descenso de marcadores inflamatorios, mayor movilidad y una mejora del rendimiento cognitivo", señaló.
Y es que, como indicó, desde la consulta de A.P., se puede mediante una intervención obtener mayor beneficio, partiendo de la valoración integral geriátrica y biopsicosocial, que permita valorar, además de sus patologías, su capacidad funcional, su nivel cognitivo, su entorno social, además de la polifarmacia, puesto que, como indicó, "hay fármacos que pueden alterar la microbiota intestinal", así como algunas patologías tales como cáncer, lupus, enfermedades autoinmunes, trasplantes y obesidad, entre otras.
En base a la valoración del paciente, sugirió establecer una serie de objetivos de intervención. "En aquellos pacientes con buen estado de salud general hay que tender a la prevención de enfermedades crónicas y que éstas estén bien controladas y a recomendaciones sobre dieta saludable".
Mientras, añadió, "en el paciente pre-frágil además de actuaciones preventivas, hay que centrarse en mantener su función. Por su parte, en aquellos con una clara pérdida de capacidad hay que enfocarlo hacia un tratamiento más de confort".
Asimismo, recomendó intensificar la prevención en aquellos pacientes con factores de riesgo tendentes a ocasionar una disbiosis. "La intervención debe ir enfocada, principalmente, a una dieta más saludable en la que se contemple la introducción de prebióticos, es decir, ingredientes de la dieta no digeribles que van a estimular el crecimiento o la actividad de la microbiota, y probióticos, conocidos como microorganismos vivos que aportan beneficios al organismo, junto a una promoción de hábitos que aporten calidad de vida", concluyó.