El buen funcionamiento del ritmo impuesto por el ciclo sueño-vigilia, controlado por relojes genéticos a nivel cerebral y de manera específica en cada órgano, es un determinante de salud, una pieza clave en el correcto funcionamiento de nuestro organismo, de forma que su disrupción o alteración se asocia con la ...
El buen funcionamiento del ritmo impuesto por el ciclo sueño-vigilia, controlado por relojes genéticos a nivel cerebral y de manera específica en cada órgano, es un determinante de salud, una pieza clave en el correcto funcionamiento de nuestro organismo, de forma que su disrupción o alteración se asocia con la aparición de enfermedades metabólicas. De hecho, se considera que la cronobiología puede ayudar a prevenir, enfocar y optimizar el resultado del tratamiento de la misma.
Estudios epidemiológicos y clínicos han demostrado que modificaciones de factores tales como el patrón de sueño, los horarios de las ingestas o el trabajo nocturno se traducen en mayor prevalencia obesidad. La cronodisrupción (una alteración del considerado ritmo circadiano normal) afecta el metabolismo del tejido adiposo y modifica la secreción de hormonas relacionadas con el balance energético, lo que termina por provocar un aumento de peso. Una mesa redonda celebrada en el contexto del XVIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) ha revisado el Impacto de la cronobiología en la composición corporal y en el riesgo de desarrollar enfermedades como la obesidad o la diabetes.
El metabolismo tiene un ritmo circadiano, donde la ingesta, el gasto energético, la utilización de la glucosa, la secreción de insulina y la sensibilidad a la misma están sujetos a cambios relacionados con el día y la noche (ciclo de sueño-vigilia). En las últimas décadas, se ha descrito la asociación entre alteraciones en el ritmo circadiano derivadas del estilo de vida (trabajos y comidas de horario nocturno) y enfermedades tan prevalentes como la diabetes tipo 2 y la obesidad.
Reloj circadiano y obesidad: una relación bidireccional
El reloj circadiano es un circuito de retroalimentación genético ubicado en el hipotálamo; pero, además, existen relojes circadianos en una gran variedad de tejidos periféricos (hígado, corazón, pulmón, riñón y fibroblastos entre otros), capaces de modular la información recibida para determinar nuestro ritmo biológico.
En modelos animales y en células humanas, como explica la Dra. Carolina López Cano, del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitari Arnau de Vilanova (Lleida), se ha demostrado que "la función alterada de los genes reloj puede dar como resultado alteraciones del metabolismo hidrocarbonado, adipogénesis, obesidad, hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia e hiperleptinemia, debido a cambios en el ritmo de alimentación diurno y cambios en el gasto energético".
En estudios clínicos llevados a cabo en trabajadores con turnos nocturnos se evidencia la interconexión bidireccional entre el reloj circadiano y la obesidad. El riesgo de obesidad aumenta en personas con disminución en el descanso nocturno y cambios en los horarios de ingesta, así como se observan cambios inflamatorios en el hipotálamo, alteraciones en la secreción circadiana de hormonas implicadas en el balance energético y otros trastornos que perpetúan la cronodisrupción y aumentan la prevalencia de obesidad y de DM tipo 2.
Aplicación en intervenciones terapéuticas
Pero estos hallazgos también tienen una traducción positiva. Como asegura la Dra. López Cano, "es creciente la investigación clínica que demuestra la relevancia de la cronobiología en las intervenciones terapéuticas de la obesidad"; de hecho, según opina, "la cronobiología y las disrupciones de la misma van a corroborar la importancia de un hábito de vida bien `sincronizado´ para ofrecer mejoras en el tratamiento de la obesidad".
Entre otros hallazgos, y solo a modo de ejemplos, se ha puesto de relieve el impacto de las variaciones estacionales que condicionan cambios en variables metabólicas y en la pérdida ponderal de pacientes tras someterse a una círugía bariátrica. Igualmente, se ha confirmado que se puede obtener un mayor beneficio de la actividad física en los parámetros relacionados con el metabolismo de los hidratos de carbono cuando ésta se realiza en horario vespertino.
En general, se aconseja tener en consideración la posible alteración en el ritmo circadiano de las personas con obesidad, como abordaje inicial y tratando de buscar los determinantes psico-sociales que influyen en estos ritmos. "En cada individuo, el determinante será diferente, pero un punto importante es intentar preservar los tiempos de ingestas, la actividad física y un tiempo de sueño de al menos 6 horas", apunta la especialista del Hospital Universitari Arnau de Vilanova, quien asegura que "la caracterización genética y la identificación de los desincronizadores ambientales nos permitirán revertir la cronodisrupción y mejorar el tratamiento de la obesidad".
Diabesidad y sarcopenia
En la misma sesión científica de este Congreso, se ha profundizado en un problema especialmente frecuente y preocupante, que confirma la importancia de conocer tanto la cantidad de masa grasa como la cantidad y función de la masa muscular. La obesidad sarcopénica se produce cuando coinciden el aumento de masa grasa que corresponde a la obesidad con una baja masa y función muscular; y si, además, coexiste una baja masa ósea aparece la obesidad osteosarcopénica.
"En ocasiones, la pérdida de peso no adecuadamente controlada en personas con obesidad supone pérdida de masa muscular y, por tanto, se produce obesidad sarcopénica", afirma la Dra. María D. Ballesteros-Pomar, responsable Unidad de Nutrición Clínica y Dietética, Endocrinología y Nutrición del Complejo Asistencial Universitario de León, quien subraya que "en las personas con obesidad no nos debemos quedar solo en los kilos, sino que es importante conocer su composición corporal y su función muscular".
En un reciente estudio de su grupo de investigación se estimaba que un 22,6% de las personas con obesidad tienen criterios diagnósticos de obesidad sarcopénica y un 6,5% presentan criterios de obesidad osteosarcopénica. En estas personas, la prevalencia de diabetes fue de 36% si solo tenían obesidad y de 50% si, además, registraban una obesidad sarcopénica.
En base a esta realidad, la especialista del Complejo Asistencial Universitario de León aconseja, en primer lugar, seguir las medidas habituales de prevención tanto de la obesidad como de la sarcopenia. Pero, además, insiste, "se debe planificar bien el tratamiento dietético (con una adecuada cantidad de proteínas y otros nutrientes), así como promover el ejercicio físico, durante la pérdida de peso".
Actualmente no se dispone de fármacos comercializados que sean específicos para hacer frente a la obesidad sarcopénica, pero sí hay algunos medicamentos en diferentes fase de investigación.