Un mal sueño incrementa hasta un 20 por ciento el riesgo de mortalidad y aumenta el riesgo de hipertensión arterial, diabetes, obesidad y eventos cardiovasculares (infartos o ictus), así como de sufrir infecciones y determinados tipos de cáncer, según ha advertido la doctora Ana Teijeira Azcona, especialista en Neurofisiología Clínica ...
Un mal sueño incrementa hasta un 20 por ciento el riesgo de mortalidad y aumenta el riesgo de hipertensión arterial, diabetes, obesidad y eventos cardiovasculares (infartos o ictus), así como de sufrir infecciones y determinados tipos de cáncer, según ha advertido la doctora Ana Teijeira Azcona, especialista en Neurofisiología Clínica y experta en trastornos del sueño.
Así lo ha señalado en rueda de prensa este miércoles Teijeira Azcona, presidenta del comité científico del XXXI Congreso de la Sociedad Española del Sueño (SES), que se celebrará en Toledo del 14 al 16 de septiembre, destacando también el papel del sueño como "pilar fundamental" de salud de los individuos y de las poblaciones, tanto a nivel físico como mental.
"Sin duda alguna, el sueño es una función vital del ser humano fundamental para el mantenimiento de una buena salud mental y física", ha afirmado la experta, coordinadora de los actos en España por el Día Mundial del Sueño, que se celebra este viernes 17 de marzo.
En ese sentido, ha recordado que el sueño no solo favorece la consolidación de la memoria o el aprendizaje, sino que durante el mismo se regulan diversos sistemas del cuerpo humano promotores de una buena salud, desde el sistema inmune, hasta el sistema metabólico y el sistema cardiovascular, pasando, entre otros, por el sistema hormonal. "Es necesario un sueño de buena calidad para que todos estos sistemas puedan funcionar bien", ha añadido.
En ese sentido, la doctora ha apuntado que un sueño insuficiente o de mala calidad mantenido de manera crónica "favorece la aparición de una serie de enfermedades que pueden llegar a provocar un grave impacto en la calidad de vida de las personas e, incluso, incrementar la mortalidad".
La experta ha advertido también al respecto de que dormir mal tiene un grave impacto en las tareas diurnas cognitivas, aquellas necesarias para poder estudiar o trabajar concentrados, memorizar, aprender o coordinar.
"Un mal descanso incrementa el riesgo de accidentes laborales y de tráfico e, incluso, se ha estudiado la posibilidad de que pueda favorecer el desarrollo de demencia. Además, con frecuencia un mal sueño de manera continuada va a provocar alteraciones en el estado del ánimo, favoreciendo la depresión o la ansiedad", ha argumentado.
Sueño y salud mental, una relación bidireccional
El doctor Carlos Roncero, jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca (CAUSA), profesor de la Universidad de Salamanca y presidente de la Sociedad Española de Patologia Dual (SEPD), ha insistido en esa relación bidireccional entre el sueño de mala calidad y los problemas de salud mental.
"Hasta el 60-70 por ciento de los trastornos mentales tienen asociado algún trastorno del sueño, sobre todo el insomnio. Y alrededor de uno de cada dos pacientes con trastorno del sueño crónico acaba desarrollando algún síntoma de trastorno mental", ha destacado el psiquiatra.
Roncero ha añadido que, en el caso de la patología dual, que designa la coexistencia de una adicción y otro trastorno mental, las alteraciones del sueño son un "marcador de riesgo" para la gravedad de la adicción y para la recaída o la mala evolución de los pacientes.
Además, ha lamentado que los problemas de sueño hayan sido tradicionalmente "minimizados y poco valorados" tanto por los profesionales médicos como por la sociedad en general, ya que, en su opinión, se trata de trastornos que, cuando se cronifican, acaban generando "una muy mala calidad de vida y un gran riesgo de alteraciones de salud mental, incluyendo el consumo de sustancias".
En ese sentido, por último, Roncero ha apuntado que muchas personas con problemas de sueño acaban recurriendo al consumo de sustancias de tipo depresor (como, por ejemplo, el alcohol) para intentar aliviar algunos de los síntomas del insomnio, con la creencia errónea de que este tipo de sustancias ayudan a dormir mejor.
"Sin embargo, esto acaba generando alteraciones en los patrones del ritmo del sueño, un sueño superficial y poco reparador; y un incremento del riesgo de adicción y consumo de otras sustancias que puede acabar derivando también cuadros ansiosos, depresivos, etc", ha remachado.