El 2 de abril se celebra el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, un conjunto de afecciones neurológicas y de desarrollo que a menudo empiezan a manifestarse durante la primera infancia y que según estudios internacionales podrían afectar a en torno al uno por ciento de la población. Aunque ...
El 2 de abril se celebra el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, un conjunto de afecciones neurológicas y de desarrollo que a menudo empiezan a manifestarse durante la primera infancia y que según estudios internacionales podrían afectar a en torno al uno por ciento de la población. Aunque existe una amplia variabilidad de manifestaciones en función de la gravedad del trastorno, entre los síntomas más conocidos del Trastorno del Espectro Autista (TEA) se encontrarían los problemas con la comunicación y las interacciones sociales, así como las conductas o intereses restrictivos o repetitivos. También otras alternaciones más desconocidos y, sin embargo, generalizadas, como los problemas con el sueño.
"Se estima que entre un 50% y un 80% de los niños y las niñas con autismo tienen problemas de sueño, sobre todo para iniciar y para mantener el sueño, un porcentaje muy superior respecto al que presentan los niños con desarrollo neurotípico, que es del 30%", explica el doctor Óscar Sans, coordinador del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño (SES). Más allá de esos porcentajes, Sans destaca que lo "más preocupante" es la evolución de estos trastornos de sueño: mientras en uno de cada dos niños con un desarrollo neurotípico los problemas para conciliar o mantener el sueño pueden desaparecer con el tiempo, sin realizar acciones específicas al respecto, en el caso de los niños con TEA ese porcentaje no llega si quiera al 10%, de ahí que sea "absolutamente vital" abordar estos trastornos del sueño: "Haciéndolo vamos a mejorar el sueño, pero también los síntomas CORE (estereotipias, irritabilidad, falta de comunicación, etc.) durante el día. Es muy importante que estos niños pasen una buena noche, porque eso hará que pasen un mejor el día. Y viceversa. Cuanto mejor pasen el día, mejor pasarán la noche. Y con eso también ganará en calidad de vida la familia", reflexiona.
La importancia de las rutinas de sueño
Como señala el coordinador del grupo de trabajo de Pediatría de la SES, hay dos razones que explicarían esta relación entre autismo y problemas de sueño. Una de ellas es biológica: "Sabemos que los genes que están encargados de regular los ciclos de sueño y de vigilia están alterados y no funcionan bien en los niños con trastorno del espectro autista. Además, parece ser que el efecto que tiene la melatonina sobre el reloj central de estos niños no es suficiente", explica Óscar Sans. De ahí que la melatonina, pautada por el pediatra, sea un tratamiento habitual si existen problemas de inicio o de mantenimiento del sueño.
Por otro lado, añade el experto, existe una razón más vinculada a problemas con las rutinas y hábitos de sueño, ya que el hecho de que éstas no sean las adecuadas puede dificultar aún más si cabe la regulación de los ritmos de sueño y vigilia. En ese sentido, aunque Sans recuerda que el autismo abarca un amplio espectro clínico, desde más manifestaciones más leves a más severas, y que por lo tanto la intervención de tipo más conductual debe adaptarse y personalizarse en función del tipo de TEA que presente el menor, el experto ofrece una serie de recomendaciones generales para mejorar el sueño de los niños y niñas con autismo:
1) Es importante mantener unas buenas rutinas durante el día, porque las rutinas de sueño no son una cosa únicamente de por la noche, sino de 24 horas. En ese sentido, hay que intentar comer en horarios regulares (evitando las cenas copiosas) y promover la actividad física, preferiblemente por la mañana y evitando en todo caso la actividad física intensa a últimas horas de la tarde.
2) Reducir la activación lumínica por la tarde-noche, evitando siempre que sea posible el uso de pantallas unas dos horas antes de irnos a dormir. Esto es fundamental, porque se sabe que los niños con TEA tienen una exposición a pantallas superior a la de los niños con un neurodesarrollo típico. Es decir, se exponen mucho más a la luz blanca y azul, que inhibe la secreción de la melatonina. A veces es verdad que esa exposición se debe a que las pantallas les facilitan la comunicación con su entorno; si ese es el caso, lo recomendable es aplicar el filtro de la luz azul que hoy en día tienen todos los dispositivos electrónicos.
3) Dividir la rutina del sueño en dos partes. Una fuera de la habitación, promoviendo una disminución de la actividad, con unas condiciones de luz tenue para facilitar que baje el cortisol y empiece a subir la melatonina. Es una forma de facilitar la relajación para que los niños entiendan que llega el momento de irse a la cama, que sería la segunda parte de la rutina, ya en la habitación, con los padres facilitando el sueño por un periodo de 20-30 minutos máximo.