Investigadores de diversos centros estadounidenses han hallado un vínculo entre la pérdida de función del riñón y la incidencia de microhemorragias cerebrales (MHCs), las cuales son consideradas un importante componente de la patología microvascular en este órgano. Tras inducir enfermedad renal crónica en ratones, los científicos constataron que las MHCs ...
Investigadores de diversos centros estadounidenses han hallado un vínculo entre la pérdida de función del riñón y la incidencia de microhemorragias cerebrales (MHCs), las cuales son consideradas un importante componente de la patología microvascular en este órgano. Tras inducir enfermedad renal crónica en ratones, los científicos constataron que las MHCs asociadas a las elevaciones en los niveles séricos de creatinina y cistatina C tienen lugar en ausencia de variaciones de la presión arterial. Estos animales también presentaron signos de extravasación del fibrinógeno a través de la barrera hematoencefálica (BHE) y de activación de la microglía. Este último efecto resultó ser particularmente relevante, ya que la formación de MCHs pudo ser revertida mediante la administración oral de un fármaco que ocasiona la depleción de estas células inmunitarias cerebrales, sin afectar los niveles séricos de creatinina.
Mark Fisher, investigador de la Universidad de California y director del estudio, afirma que la incidencia de MHCs fue mayor en los machos, los cuales también exhibieron niveles circulantes más altos de creatinina. En experimentos ulteriores se demostró que tanto el suero de estos animales como la combinación formada por urea y toxinas urémicas intestinales reducen la resistencia eléctrica transendotelial, parámetro que refleja la integridad de la BHE. Fisher concluye indicando que la edad representa un factor de riesgo de MHCs, ya que, a diferencia de lo observado en animales jóvenes, la inducción de enfermedad renal en los de edad avanzada no requiere la administración de estímulos proinflamatorios. El estudio también pone de manifiesto la relevancia de los cambios del microbioma intestinal con el avance de la edad, lo que puede resultar en la producción de toxinas bacterianas con capacidad de causar disrupción de la BHE.