Las respuestas cerebrales a nutrientes específicos están disminuidas en individuos con obesidad y no mejoran tras la pérdida de peso, según un estudio dirigido por el Amsterdam UMC (Países Bajos) y la Universidad de Yale (Estados Unidos), publicado en la revista ´Nature Metabolism´. "Nuestros hallazgos sugieren que en las personas con ...
Las respuestas cerebrales a nutrientes específicos están disminuidas en individuos con obesidad y no mejoran tras la pérdida de peso, según un estudio dirigido por el Amsterdam UMC (Países Bajos) y la Universidad de Yale (Estados Unidos), publicado en la revista ´Nature Metabolism´.
"Nuestros hallazgos sugieren que en las personas con obesidad se producen adaptaciones cerebrales duraderas que podrían afectar al comportamiento alimentario", destaca Mireille Serlie, investigadora principal y profesora de Endocrinología del UMC de Ámsterdam.
"Descubrimos que los obesos liberaban menos dopamina en una zona del cerebro importante para el aspecto motivacional de la ingesta de alimentos en comparación con las personas con un peso corporal saludable --explica--. La dopamina interviene en las sensaciones gratificantes de la ingesta de alimentos".
Los sujetos con obesidad también mostraron una menor capacidad de respuesta en la actividad cerebral tras la infusión de nutrientes en el estómago. Según subraya, "en general, estos resultados sugieren que la detección de nutrientes en el estómago y el intestino y/o de señales nutricionales se reduce en la obesidad y esto podría tener profundas consecuencias para la ingesta de alimentos".
La ingesta de alimentos depende de la integración de complejas señales metabólicas y neuronales entre el cerebro y varios órganos, incluidos el intestino y las señales nutricionales en la sangre. Esta red desencadena sensaciones de hambre y saciedad, regula la ingesta de alimentos y la motivación para buscar comida.
Aunque cada vez se conocen mejor estos procesos en animales, incluso en el contexto de enfermedades metabólicas como la obesidad, se sabe mucho menos sobre lo que ocurre en los seres humanos. Esto se debe, en parte, a la dificultad de diseñar montajes experimentales en la clínica que puedan arrojar luz sobre estos mecanismos.
Para paliar esta falta de conocimientos, Serlie, que también es profesor en Yale, y sus colegas de ambas instituciones diseñaron un ensayo controlado. Este ensayo consistió en infundir nutrientes específicos directamente en el estómago de 30 participantes con un peso corporal saludable y 30 individuos con obesidad, mientras se medía simultáneamente su actividad cerebral mediante el uso de resonancia magnética y la liberación de dopamina mediante escáneres SPECT.
Mientras que los participantes con un peso corporal sano mostraban patrones específicos de actividad cerebral y liberación de dopamina tras la infusión de nutrientes, estas respuestas quedaban muy atenuadas en los participantes con obesidad.
Además, la pérdida de un 10% del peso corporal (tras una dieta de 12 semanas) no fue suficiente para restablecer estas respuestas cerebrales en los individuos con obesidad, lo que sugiere que se producen adaptaciones cerebrales duraderas en el contexto de la obesidad que permanecen incluso después de haber perdido peso.
"El hecho de que estas respuestas cerebrales no se restablezcan tras la pérdida de peso podría explicar por qué la mayoría de las personas recuperan peso tras una pérdida inicial satisfactoria", concluye Serlie.