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Expertos alertan sobre el riesgo de trombosis en viajes de más de 4 horas

La aparición de ‘la trombosis del viajero’ puede afectar días o semanas después de la realización del viaje en cuestión.

30/06/2023

Con la llegada de julio millones de españoles comienzan sus vacaciones de verano. La Dirección General de Tráfico (DGT) prevé desde hoy 95 millones de desplazamientos de largo recorrido por carretera. La primera operación especial comienza a las 15:00 horas y finaliza a medianoche del domingo 2 de julio, con ...

Con la llegada de julio millones de españoles comienzan sus vacaciones de verano. La Dirección General de Tráfico (DGT) prevé desde hoy 95 millones de desplazamientos de largo recorrido por carretera. La primera operación especial comienza a las 15:00 horas y finaliza a medianoche del domingo 2 de julio, con una previsión de 4.500.000 desplazamientos Ante esta realidad la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH) recuerda que los viajes prolongados pueden multiplicar por dos e incluso triplicar el riesgo de `trombosis del viajero´.

Esta patología, conocida también coloquialmente como síndrome de la clase turista, se refiere a padecer un episodio de tromboembolismo venoso (TEV). Se trata de la formación de un coágulo en las venas de las piernas con el riesgo de que se desprenda y pueda emigrar hasta la circulación pulmonar, provocando enfermedades de mayor riesgo.

El Dr. Joan Carles Reverter, presidente de la SETH, destaca que la incidencia de estos episodios trombóticos "dependerá del tipo de duración del viaje y de determinados factores de riesgo individuales". Además, a pesar de que siempre se suelen atribuir a los viajes de avión, "hoy sabemos que cualquier viaje prolongado también en coche o tren puede favorecer la trombosis".

Según los especialistas, la asociación entre la trombosis venosa y un desplazamiento prolongado es más evidente en viajes superiores a 4 horas y, sobre todo, en aquellos que superan las 8 horas de duración. El Dr. Reverter afirma que la aparición de la trombosis es "algo imprevisible, ya que puede afectar días o semanas después de la realización del viaje en cuestión". No obstante, también se han descrito casos inmediatamente después del desplazamiento.

La incidencia de tromboembolismo venoso es de 1 por cada 1.000 personas al año, pero el número de casos es mayor en personas que realizan viajes que superan las 4 horas y con una edad avanzada u otros factores de riesgo. Según la SETH, el principal problema es que la mayoría de esos coágulos no producen síntomas inicialmente y, por tanto, son difíciles de diagnosticar.

Factores de riesgo

Los factores de riesgo que pueden favorecer la trombosis venosa son la edad avanzada, antecedentes de trombosis previas, cirugía o traumatismo reciente, embarazo, uso de anticonceptivos orales, obesidad, cáncer o predisposición genética a la trombosis. Durante el viaje, uno de los factores principales es la inmovilización.

Otros de los estímulos de la coagulación de la sangre, además de la inmovilización prolongada, son la deshidratación, el descenso de los niveles de oxígeno y una reducida presión atmosférica (hipoxia hipobárica).

El diagnóstico de la trombosis venosa es, en ocasiones, difícil porque los signos y síntomas no siempre son evidentes. En general el diagnóstico clínico se basa en la presencia de dolor, edema y enrojecimiento de la pierna, en un tramo de la misma (encima o debajo de la pantorrilla). El dolor suele aumentar cuando se presiona a nivel de los gemelos en la pierna afecta. La confirmación de la trombosis debe establecerse mediante una prueba sencilla e incruenta empleando ultrasonidos (ecografía doppler).

A aquellas personas sin factores de riesgo que realizan viajes prolongados se les recomiendan medidas generales, tales como evitar ropa que comprima, mantener una hidratación adecuada y realizar ejercicio regular, mediante paseos durante el vuelo o ejercicios de contracción y extensión de las piernas. En algunas personas de riesgo, además de las medidas generales se aconseja el empleo de medias que mantengan una presión moderada en la pierna o el uso de fármacos que interfieren la coagulación de la sangre, como las heparinas.

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