La frecuencia con la que un niño duerme la siesta puede ser interpretada como un indicador de su necesidad cognitiva individual, según se desprende de un reciente estudio llevado a cabo en la Universidad de East Anglia (Reino Unido), en colaboración con investigadores de las Universidades de Oxford, de Oxford ...
La frecuencia con la que un niño duerme la siesta puede ser interpretada como un indicador de su necesidad cognitiva individual, según se desprende de un reciente estudio llevado a cabo en la Universidad de East Anglia (Reino Unido), en colaboración con investigadores de las Universidades de Oxford, de Oxford Brookes, de Leeds y de Warwick. El trabajo publicado en la revista ´CPP Advances´ revela que algunos niños menos habladores y con habilidades cognitivas más pobres necesitarían dormir siestas con más frecuencia.
"Nuestra investigación muestra que la asiduidad con la que un niño duerme la siesta refleja su necesidad cognitiva individual. Algunos son más eficientes en la consolidación de información durante el sueño, por lo que suelen tener siestas con menos frecuencia, mientras que aquellos con vocabularios menos fluido o una puntuación más baja en una medida de función ejecutiva, duermen con más frecuencia", según la investigadora principal, la Dra. Teodora Gliga.
El equipo de investigación estudió a 463 bebés de entre ocho meses y tres años durante el confinamiento en 2020. Se encuestó a los padres sobre los patrones de sueño de sus hijos, su capacidad para concentrarse en una tarea, mantener información en su memoria y la cantidad de palabras que entendían y podían decir. También preguntaron a los padres sobre su estatus socioeconómico, incluido su código postal, ingresos y educación, y sobre la cantidad de tiempo frente a la pantalla y las actividades al aire libre en las que participaba su hijo.
"El confinamiento nos dio la oportunidad de estudiar las necesidades intrínsecas de sueño de los niños porque cuando están en la guardería, rara vez duermen la siesta tanto como necesitan. Lo que encontramos es que la estructura del sueño diurno puede ser considerado un indicador del desarrollo cognitivo", aseguró dicha experta.
Los investigadores también encontraron que esta asociación negativa entre la fluidez verbal y la frecuencia de las siestas era más fuerte en los niños mayores. "Si bien la mayoría de los padres nos dijeron que el sueño de sus hijos no se vio afectado por el encierro durante la pandemia, los padres de entornos socioeconómicos más bajos tenían más probabilidades de informar un empeoramiento del sueño. "El tiempo de uso de las pantallas aumentó durante el confinamiento y las actividades al aire libre disminuyeron, pero esto no explica las diferencias en el sueño de los niños", según la Dra. Gliga.
"Nuestros hallazgos sugieren que los niños tienen diferentes necesidades de sueño: algunos pueden dejar las siestas antes porque ya no las necesitan. Es posible que otros aún necesiten tomar una siesta después de los tres años de edad. Asimismo, los cuidadores deberían fomentar las siestas frecuentes en los niños en edad preescolar", concluyó la investigadora principal.