La fibrosis hepática es una enfermedad crónica que se manifiesta en fases avanzadas de hígado graso, se encuentra en la antesala de la cirrosis y, por el momento, no tiene tratamiento, ocupando por ello el primer puesto entre las causas de trasplante hepático. Ahora, investigadores del CiMUS de la Universidade ...
La fibrosis hepática es una enfermedad crónica que se manifiesta en fases avanzadas de hígado graso, se encuentra en la antesala de la cirrosis y, por el momento, no tiene tratamiento, ocupando por ello el primer puesto entre las causas de trasplante hepático. Ahora, investigadores del CiMUS de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) del grupo que dirige Rubén Nogueiras, han dado un nuevo salto cualitativo en este campo al descubrir una posible diana terapéutica inhibiendo la proteína p63, esencial para que determinadas células del hígado activen su metabolismo durante la fibrosis.
Al inactivar esta proteína en diversos modelos preclínicos, los investigadores han logrado además reducir la inflamación en el hígado. "Estamos muy satisfechos por haber encontrado una diana que podría ser el objetivo de futuros estudios orientados al desarrollo de nuevos fármacos para abordar la fibrosis hepática", sostienen Marcos Fernández Fondevila y Eva Nóvoa Deaño, autores principales del artículo.
El trabajo acaba de publicarse en Cell Reports Medicine, una de las revistas internacionales más relevantes en esta área de investigación.
Fibrosis hepática, cicatrices peligrosas
La fibrosis hepática es una enfermedad cada vez más común, principalmente debido al creciente número de personas con obesidad y diabetes tipo 2, dos de las patologías más asociadas a la llamada enfermedad de hígado graso, que puede desembocar en una fibrosis. Una vez aparece, los cambios en el estilo de vida no son suficientes para frenar o revertirla; y no existe, por el momento, ningún fármaco aprobado para su tratamiento. Tal es la situación que actualmente la fibrosis hepática metabólica se ha convertido en la causa más común de trasplantes de hígado y multiplica el riesgo de mortalidad de los pacientes.
Enmarcada en una línea puesta en marcha en el CiMUS hace varios años, la investigación demuestra que los pacientes con hígado graso fibrótico tienen niveles elevados de la proteína p63, particularmente en las células estelares del hígado. Estas células tienen como función principal en condiciones normales almacenar vitamina A. Además, desempeñan un papel importante en la reparación del tejido hepático. En particular, en respuesta a daño o inflamación en el hígado, las células estelares activan su metabolismo, consumiendo una gran cantidad de nutrientes y produciendo energía que utilizan para producir las fibras de colágeno que conocemos como cicatrices. Cuando este proceso se descontrola, como sucede en algunos pacientes con hígado graso, se producen grandes tabiques de cicatrices que impiden al hígado funcionar adecuadamente. A este fenómeno se le conoce como fibrosis hepática.
"En nuestro grupo del CiMUS de la USC hemos encontrado que p63 es esencial para que las células estelares activen su metabolismo durante la fibrosis. Al inhibir p63 en estas células, podemos limitar que obtengan energía y en consecuencia reduzcan la producción de fibrosis", indican Fernández Fondevila y Nóvoa Deaño. Añaden además que "al inhibir p63, las células son incapaces de activar HER2, que es ampliamente conocido por su papel en el desarrollo de algunos tipos de cáncer". Además "no sólo hemos logrado disminuir la fibrosis hepática, sino también reducir la inflamación en el hígado al inactivar p63, utilizando diversos modelos preclínicos. Este logro nos ha permitido identificar una diana terapéutica específica que podría abrir la puerta a futuras investigaciones orientadas al descubrimiento de fármacos específicos".
Este trabajo es fruto de una colaboración multidisciplinar liderada desde el grupo del CiMUS de la USC por Rubén Nogueiras Pozo, investigador Oportunius y profesor de la USC, y en la que han participado otros equipos de investigación del CiMUS (Carlos Diéguez, Román Pérez, Ashwin Woodhoo y Marta Varela), el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Javier Crespo y Paula Iruzubieta) y grupos del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares y La Universidad Complutense de Madrid, CIC bioGUNE de Bilbao, el Hospital Universitario de Salamanca y la Universidad de Columbia de Nueva York.