Investigadores de la Universidad de Leeds (Reino Unido) han analizado más de 145 millones de registros de todos los pacientes adultos ingresados en un hospital durante un periodo de nueve años para determinar el riesgo de padecer enfermedades a largo plazo tras un infarto, en el mayor estudio de este ...
Investigadores de la Universidad de Leeds (Reino Unido) han analizado más de 145 millones de registros de todos los pacientes adultos ingresados en un hospital durante un periodo de nueve años para determinar el riesgo de padecer enfermedades a largo plazo tras un infarto, en el mayor estudio de este tipo.
Aunque los infartos son una enfermedad grave y potencialmente mortal, la Fundación Británica del Corazón calcula que actualmente más de siete de cada diez personas sobreviven, siempre que reciban un tratamiento rápido y de urgencia para que la sangre vuelva a fluir al músculo cardiaco. Sin embargo, investigaciones anteriores han demostrado que los infartos pueden tener consecuencias para la salud de los pacientes, como otras dolencias que afectan al corazón y al sistema circulatorio, pero también afecciones que afectan a otras partes del cuerpo y trastornos mentales.
La nueva investigación, financiada en parte por la Fundación Británica del Corazón y Wellcome, muestra que los pacientes que sufrieron un infarto de miocardio desarrollaron otras dolencias en una proporción mucho mayor que las personas de la misma edad y sexo que no lo habían padecido. Hasta un tercio de los pacientes desarrollaron insuficiencia cardiaca o renal, el 7% sufrió nuevos infartos y el 38% falleció por cualquier causa en los nueve años que duró el estudio.
La insuficiencia cardiaca, la fibrilación auricular, el ictus, la arteriopatía periférica, las hemorragias graves, la insuficiencia renal, la diabetes de tipo 2 y la depresión fueron más frecuentes en las personas que sufrieron un infarto de miocardio que en las que no lo padecieron; pero el riesgo de cáncer fue menor en general, y el riesgo de demencia no varió en general.
El estudio también puso de manifiesto que las personas de entornos socioeconómicamente más desfavorecidos tenían más probabilidades de morir o desarrollar enfermedades graves a largo plazo tras un infarto de miocardio. En concreto, las personas de entornos más desfavorecidos tenían más probabilidades de sufrir insuficiencia cardiaca y renal que las de entornos menos desfavorecidos de edad similar.
La autora principal del estudio, la doctora Marlous Hall, profesora asociada de Epidemiología Cardiovascular en la Facultad de Medicina de Leeds y de Investigación sobre Multimorbilidad en el Instituto de Análisis de Datos de Leeds (LIDA), destca que el estudio proporciona "información accesible en línea sobre el riesgo de padecer estos problemas de salud en función de la edad, el sexo y los grupos socioeconómicos más desfavorecidos, de modo que las personas que sobreviven a un infarto puedan estar bien informadas sobre sus riesgos futuros y tomar así decisiones sanitarias informadas con su médico".
"La comunicación eficaz del curso probable de la enfermedad y del riesgo de resultados adversos a largo plazo entre los pacientes y los profesionales sanitarios puede promover cambios positivos en el estilo de vida, animar a los pacientes a seguir el tratamiento y mejorar la comprensión y la calidad de vida de los pacientes", ha añadido.
Los investigadores analizaron los registros de todas las personas mayores de 18 años que ingresaron en uno de los 229 centros del NHS en Inglaterra entre el 1 de enero de 2008 y el 31 de enero de 2017. Esto supuso 145.912.852 hospitalizaciones entre 34.116.257 individuos. Hubo 433.361 informes de personas que sufrieron un infarto por primera vez.La edad media de los pacientes de infarto era de 67 años, y el 66% de los pacientes eran varones.
El estudio analizó 11 resultados de salud no mortales que se detallan a continuación, además de la muerte por cualquier causa, y comparó los resultados con un grupo de control de 2.001.310 individuos y mostró un riesgo significativamente mayor de desarrollar algunas enfermedades tras un infarto, en comparación con el grupo de control de pacientes.
La más probable fue la insuficiencia cardiaca, ya que el 29,6% del grupo de estudio desarrolló esta enfermedad en los nueve años siguientes al infarto, frente al 9,8% del grupo de control en el mismo periodo de tiempo. El 27,2% de los pacientes del grupo de estudio desarrollaron insuficiencia renal, frente al 19,8% del grupo de control y el 22,3% de los pacientes del grupo de estudio desarrollaron fibrilación auricular, frente al 16,8% del grupo de control.El 17% de los pacientes del grupo de estudio fueron hospitalizados por diabetes, frente al 14,3% del grupo de control.
En general, los registros de hospitalización que indicaban depresión se produjeron en el 8,9% de las personas tras un infarto de miocardio, lo cual fue un 6% más probable tras un infarto que en el grupo de control. Las mujeres eran más propensas a desarrollar depresión tras un infarto que los hombres, especialmente las que habían sufrido el infarto a una edad más temprana. El 21,5% de las mujeres que tenían menos de 40 años en el momento del infarto habían sido hospitalizadas por depresión, frente al 11,5% de los hombres de la misma edad.
No hubo diferencias globales en el riesgo de demencia tras un infarto en comparación con el grupo de control. Aunque el riesgo de demencia vascular era más probable en el grupo de estudio, la diferencia observada fue pequeña (grupo de estudio 2,3%; grupo de control 2,1%).
En contraste con otros resultados sanitarios, la investigación demostró que el cáncer era menos pronunciado en el grupo de estudio que en el grupo de control. El 13,5% del grupo de estudio desarrolló cáncer tras el infarto, frente al 21,5% del grupo de control. Los investigadores creen que es probable que haya muchos factores que influyan en este resultado, pero las razones específicas de que haya menos cánceres tras un infarto siguen sin estar claras y requieren más investigación. En palabras de Morag Foreman, Directora de Investigación de Wellcome: "Esta investigación proporciona información valiosa sobre los tipos de apoyo y las intervenciones que pueden ser necesarios para los pacientes después de un ataque al corazón, ayudando tanto a los médicos y los pacientes a tomar decisiones informadas durante la recuperación y más allá."