El descenso de la letalidad entre las personas que sufren un infarto de miocardio se ha estancado en los diez últimos años, según datos del estudio REGICOR (Registre Gironí del COR) que publica la Revista Española de Cardiología. A la vez, la incidencia de esta patología ha caído de forma ...
El descenso de la letalidad entre las personas que sufren un infarto de miocardio se ha estancado en los diez últimos años, según datos del estudio REGICOR (Registre Gironí del COR) que publica la Revista Española de Cardiología. A la vez, la incidencia de esta patología ha caído de forma continuada entre los años 1990 y 2019, a un ritmo de un 1% anual en mujeres y de un 4% en hombres, descenso que se ha ralentizado en los últimos 10 años. Los datos se refieren a la población de la provincia de Girona, pero ya se trabaja para aplicar el algoritmo desarrollado para su análisis en el conjunto de Cataluña.
El trabajo lo ha encabezado el Grupo de investigación del REGICOR en el Instituto de investigación del Hospital del Mar, con el Programa de analítica de datos para la investigación y la innovación en salud (PADRIS), y cardiólogos del Hospital del Mar y del Hospital Clínic de Valencia, así como especialistas en atención primaria y expertos internacionales y del CIBER de Enfermedades Cardiovasculares (CIBERCV). Para obtener sus conclusiones, han examinado 4.974.977 ingresos hospitalarios y 70.405 certificados de defunción, suministrados por el programa PADRIS, todos anónimos. Su estudio desvela que el número de infartos de miocardio por 100.000 habitantes y su pronóstico han mejorado en los últimos treinta años. También hay menos casos de muerte súbita, que han pasado de ser el 40% de todos los infartos a ser el 15%, y se ha incrementado la supervivencia, hasta el 95%, entre los pacientes que llegan al hospital. Al mismo tiempo, en los últimos 10 años no se han producido mejoras en estos indicadores.
En este sentido, en la población de 35 a 74 años de Girona, la incidencia del infarto de miocardio ha bajado un 1% anual en mujeres y de un 4% en hombres entre los años 1990 y 2019, mientras que la letalidad, el porcentaje de muertes 28 días después de sufrirlo, se ha estancado en el 15% los últimos diez años. Esto a pesar del despliegue de desfibriladores automáticos y de los equipos de acceso rápido del Código Infarto de Cataluña en las poblaciones catalanas. Un hecho que para la Dra. Helena Tizón-Marcos, cardióloga del Hospital del Mar e investigadora de su instituto de investigación, apunta que, "a pesar de que los esfuerzos de los últimos 30 años para acceder lo más rápido posible a los pacientes tan pronto como presentan los síntomas, hay factores que limitan la capacidad del sistema sanitario de extracción de los enfermos hacia los hospitales donde se les puede repermeabilizar la arteria coronaria tapada. Por ejemplo, en las poblaciones aisladas, la aparición de arritmias graves sin que nadie inicie una reanimación cardiorespiratoria mientra llega la ayuda sanitaria, o la aparición de los síntomas sin testimonios que puedan pedir ayuda".
Otro de los factores que ha tenido una variación positiva es la mortalidad entre las mujeres que sufren un infarto. Si hace treinta años el mismo grupo REGICOR estableció que tenían un riesgo más grande de morir en la fase aguda que los hombres a pesar de tener una incidencia de la patología tres veces más pequeña, ahora la diferencia ha desaparecido. Lo explica la Dra. Irene Román, profesora de la Universitat de Vic–Universitat Central de Catalunya e investigadora del grupo REGICOR y del Instituto de Investigación e Innovación en Ciencias de la Vida y de la Salud en la Cataluña Central, que apunta que "afortunadamente, aquella nota de atención de los años 90 ha hecho que actualmente esta diferencia haya quedado corregida y que la oportunidad de supervivencia sea similar en hombres como en mujeres".
Mejorar la planificación sanitaria
Los autores del estudio consideran que estos resultados son muy relevantes para la planificación sanitaria. El Dr. Isaac Subirana, uno de sus autores y jefe de estadística del grupo REGICOR, destaca que hay que "buscar estrategias que faciliten la monitorización constante de la magnitud del problema del infarto de miocardio, que todavía es la principal causa individual de muerte y gasto sanitario en el mundo". En este sentido, ha dejado claro que "la planificación sanitaria se tiene que fundamentar en datos objetivos que se puedan obtener anualmente, de tal manera que sea posible analizar las tendencias a lo largo del tiempo".
Las políticas públicas de prevención, promoviendo estrategias de salud a través de los estilos de vida saludables y la educación sanitaria para aprender qué hacer en caso de un infarto de miocardio, también entre los niños y niñas, son importantes para continuar reduciendo el número de muertes por esta patología. Como recuerda el Dr. Jaume Marrugat, investigador principal del estudio y coordinador del grupo de investigación REGICOR, "nadie nace predestinado a sufrir un infarto. El riesgo de sufrirlo es en parte genético, un 50%, y en parte depende de los estilos de vida (actividad física, dieta, tabaco y sobrepeso)". "La prueba es que sabemos que, a pesar de tener un cierto riesgo genético en la población, podemos reducir la incidencia del infarto. Reduciendo la incidencia, reduciremos también los lamentables casos de muerte súbita. Es difícil encontrar a alguien que no conozca algún caso de muerte súbita en familiares, amigos o conocido", añade.