Dos enfermedades progresivamente degenerativas, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA, comúnmente conocida como enfermedad de Lou Gehrig) y la demencia frontotemporal (DFT) están relacionadas por más que el hecho que dañan las células nerviosas críticas para el funcionamiento normal: la primera afecta los nervios del cerebro y la médula espinal y ...
Dos enfermedades progresivamente degenerativas, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA, comúnmente conocida como enfermedad de Lou Gehrig) y la demencia frontotemporal (DFT) están relacionadas por más que el hecho que dañan las células nerviosas críticas para el funcionamiento normal: la primera afecta los nervios del cerebro y la médula espinal y provoca la pérdida de movimiento, y la segunda erosiona las regiones del cerebro que controlan la personalidad, el comportamiento y el lenguaje.
Los estudios de investigación han demostrado que en pacientes con ELA o FTD, la función de la proteína 43 de unión al ADN TAR, más comúnmente llamada TDP-43, se corrompe. Cuando esto sucede, las piezas del material genético llamado ácido ribonucleico (ARN) ya no se pueden unir adecuadamente para formar las instrucciones codificadas necesarias para dirigir la fabricación de otras proteínas necesarias para el crecimiento y la función saludables de los nervios. Las hebras de ARN están plagadas de secuencias de código erróneas llamadas "exones crípticos" que, en cambio, afectan a proteínas que se cree que están asociadas con un mayor riesgo de desarrollo de ELA y FTD.
Hasta ahora se desconocía si esta anomalía se producía temprana o tardíamente en la evolución clínica de la ELA y la DFT, sin embargo, investigadores de Johns Hopkins Medicine (EEUU) desarrollaron un método para localizar una proteína críptica específica ligada a un exón, el factor de crecimiento derivado del hepatoma tipo 2 [HDGFL2], que está asociada con la pérdida de la función de TDP-43. "Creemos haber hallado un biomarcador que podría usarse para detectar ELA y FTD en sus primeras etapas, incluso antes de que aparezcan los síntomas", expuso Philip Wong, profesor de patología y neurociencia en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
La búsqueda del biomarcador comenzó cuando los investigadores identificaron por primera vez proteínas crípticas unidas a exones asociadas con la pérdida de función de TDP-43. Posteriormente, utilizando fragmentos de esas proteínas conocidas como péptidos crípticos, crearon anticuerpos monoclonales (elaborados en laboratorio) específicos para cada una. Colocados en muestras de sangre o líquido cefalorraquídeo (el líquido protector que rodea el cerebro y el sistema nervioso central) de los pacientes, los anticuerpos monoclonales buscarán y se fijarán sólo en los péptidos crípticos para los que fueron diseñados, haciendo que esas proteínas sean detectables.
"De todos los péptidos crípticos para los que elaboramos anticuerpos monoclonales, el que funcionó mejor fue el diseñado para la proteína críptica HDGFL2", indicó la autora principal del estudio, la Dra. Katie Irwin, estudiante de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. "Utilizamos ese anticuerpo monoclonal para desarrollar una prueba de detección extremadamente sensible para la proteína críptica HDGFL2 en fluidos corporales".
"El biomarcador actual para ELA y FTD busca componentes estructurales de los nervios del sistema nervioso central [cerebro y médula espinal] llamados neurofilamentos que se vierten en los biofluidos, pero sólo después de que comienzan a aparecer los síntomas", explicó el prof. Wong. "Si lo utilizamos y nuestro biomarcador críptico HDGFL2 para determinar la ELA y la DFT tanto presintomáticas como sintomáticas, podemos mapear el curso de estas enfermedades y obtener una mayor comprensión de cada una de sus etapas", concluyó dicho experto.