"Habitualmente las personas neurotípicas (no autistas) han percibido el trastorno del espectro autista (TEA) como una discapacidad. Es cierto que en algunos casos se relaciona con diversas patologías o con una menor capacidad cognitiva, pero también puede asociarse a una capacidad intelectual normal o por encima de la media. Al ...
"Habitualmente las personas neurotípicas (no autistas) han percibido el trastorno del espectro autista (TEA) como una discapacidad. Es cierto que en algunos casos se relaciona con diversas patologías o con una menor capacidad cognitiva, pero también puede asociarse a una capacidad intelectual normal o por encima de la media. Al haberse hecho el enfoque siempre desde el punto de vista de los neurotípicos, se ha generado una falta de empatía hacia las características que muestran las personas con TEA, lo que dificulta considerablemente su integración social", afirma el Prof. Emilio Gómez de la Concha, académico de número de la Real Academia Nacional de Medicina (RANME). ¿Cuáles son las consecuencias? "Las personas con TEA compensan o camuflan sus diferencias de una forma más o menos consciente para evitar la marginación y esto les suele causar problemas de estrés, ansiedad y frustración, produciéndoles en ocasiones baja calidad de vida e incluso trastornos mentales", asegura.
"Las nuevas ideas de la neurodiversidad muestran que las dificultades sociales que padecen las personas con TEA en ocasiones se deben más a la incomprensión de la sociedad neurotípica que a sus diferencias en los mecanismos neuronales", matiza. "En un mundo donde predominan las personas neurotípicas y son ellas quienes establecen el diagnóstico, a veces se visualizan solo las deficiencias, lo que les hace aparecer ante los demás como más torpes intelectualmente", apunta este especialista en inmunología.
Sin embargo, las personas con TEA tienen mayor motivación y concentración en áreas específicas, lo que les facilita la investigación profunda, una mayor independencia que les hace ser más creativos, y un enfoque de la información más personal. "Son personas muy perfeccionistas, sus respuestas son más deliberativas, menos intuitivas, son tenaces y tienen una alta capacidad para la sistematización, el análisis y el reconocimiento de reglas y patrones, por lo que en muchas ocasiones son muy buenos en ingenierías, matemáticas, física, informática, ciencias y en las artes", comenta este académico.
Otro estereotipo es su falta de empatía con los demás, cuando `los demás´ son los neurotípicos. "Estudios recientes han mostrado que la misma incapacidad existe por parte de los neurotípicos para con los autistas, ya que también ellos son incapaces de comprender el pensamiento, las intenciones y la forma de actuar de las personas con TEA y no por ello se presupone que tienen una discapacidad cognitiva. Es lo que se conoce como el problema de la doble empatía. Los defensores de la neurodiversidad defienden que el autismo por sí mismo, si no se asocia a alguna discapacidad, es una variabilidad, una neurodivergencia, que no presupone superioridad o inferioridad con respecto a los neurotípicos", explica el Prof. Gómez de la Concha.
El camuflaje como mecanismo de protección para evitar la estigmatización y el aislamiento
Con el fin de que la sociedad no perciba esas "diferencias" con relación a los neurotípicos, las personas con TEA optan en muchas ocasiones, incluso de forma inconsciente, por adoptar o imitar los comportamientos de los otros. Evitan las situaciones sociales que les puedan resultar más difíciles, seleccionan los entornos donde se encuentran más a gusto o planifican previamente su comportamiento para pasar más desapercibidos. "Se ha comprobado que este camuflaje es más una obligación que una elección, es un mecanismo de protección para evitar la estigmatización y para ser aceptados por los demás, para conseguir y mantener su trabajo, sus amigos, su pareja e incluso evitar el acoso escolar, el aislamiento y el estigma social que pesa sobre los trastornos mentales", señala el académico.
Una de las consecuencias negativas de esta compensación es que las personas con TEA pasen desapercibidas y, por tanto, no tengan el diagnóstico y las ayudas y apoyos que puedan necesitar. En un estudio de 430 adultos, que en una primera visita fueron diagnosticados de depresión, se observó que el 16% eran autistas que habían pasado inadvertidos hasta entonces. Su autismo se caracterizaba por una mayor capacidad cognitiva y menor deterioro social que el de aquellos con TEA que no padecían depresión. "Esto nos hace pensar que muchos casos de `depresión atípica´, `psicosis atípica´, `TOC atípico´ o `trastorno combinado de personalidad´ sean realmente un cuadro de TEA. Por eso se recomienda una anamnesis minuciosa enfocada en los síntomas del autismo para evaluar la posibilidad de que este sea el trastorno básico que da lugar al resto", confiesa este especialista.
En este grupo estarían las personas que, siendo semejantes en todo al resto de los autistas (en su forma de procesar la información y sus preferencias), tienen un comportamiento social similar al del resto de la población (los neurotípicos) y por eso pasan desapercibidos. Entre estos solo son detectados quienes pasan por un estudio detallado porque ya tienen hijos o hermanos con TEA o sufren algún trastorno mental como depresión. "Por lo general estas personas son, entre los autistas, los que tienen mayor capacidad intelectual, lo que les facilita ocultar y compensar su autismo. En ellos hay una discrepancia entre la presentación interna y las manifestaciones conductuales externas", revela.
Independientemente de su grado de capacidad intelectual y su nivel de camuflaje, el Prof. Gómez de la Concha apuesta por "una mayor comprensión y aceptación por parte de la sociedad para evitar la exclusión social y los problemas psicológicos que experimentan las personas con TEA, así como las comorbilidades que suelen aparecer como consecuencia de esa marginación".