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El ejercicio físico puede ayudar a reducir el daño nervioso durante la quimioterapia

La neuropatía periférica inducida por quimioterapia (CIPN) es un efecto secundario común de algunos tratamientos contra el cáncer que puede causar dolor crónico y problemas de equilibrio en los pacientes. Sin embargo, la práctica de ejercicios específicos durante el período de quimioterapia puede prevenir en gran medida este daño nervioso, mejorando la calidad de vida y los resultados a largo plazo de los pacientes.

05/07/2024

Si bien las terapias contra el cáncer han mejorado considerablemente en los últimos años, los efectos secundarios dejan secuelas en otros órganos del cuerpo humano. Algunas terapias, como el oxaliplatino o los alcaloides de la vinca, inducen a que entre el 70 y el 90 por ciento de los pacientes se ...

Si bien las terapias contra el cáncer han mejorado considerablemente en los últimos años, los efectos secundarios dejan secuelas en otros órganos del cuerpo humano. Algunas terapias, como el oxaliplatino o los alcaloides de la vinca, inducen a que entre el 70 y el 90 por ciento de los pacientes se quejen de dolor, problemas de equilibrio o sensaciones de entumecimiento, ardor u hormigueo. Los especialistas lo identifican como neuropatía periférica inducida por quimioterapia (CIPN) por sus siglas en inglés. Si bien estos síntomas pueden desaparecer después del tratamiento del cáncer, en alrededor del 50 por ciento se vuelven crónicos.

Al respecto, un equipo de investigadores de la Universidad de Basilea y la Universidad del Deporte de Colonia (Alemania) ha demostrado que el ejercicio específico asociado al tratamiento del cáncer puede prevenir el daño nervioso en muchos de estos casos.

En el estudio, publicado en ´JAMA Internal Medicine´, participaron 158 pacientes de cáncer, tanto hombres como mujeres, que estaban recibiendo tratamiento con oxaliplatino o con alcaloides de la vinca. Los investigadores dividieron a los pacientes al azar en tres grupos. El primero fue un grupo de control, cuyos miembros recibieron la atención estándar. Los otros dos grupos completaron sesiones de ejercicio dos veces por semana durante la duración de su quimioterapia, con una duración de cada sesión de entre 15 y 30 minutos. Uno de estos grupos realizó ejercicios que se centraron, principalmente, en el equilibrio sobre una superficie cada vez más inestable. El otro grupo entrenó en una plataforma vibratoria.

Los exámenes periódicos realizados durante los cinco años siguientes mostraron que, en el grupo de control, aproximadamente, el doble de participantes desarrollaron CIPN que en cualquiera de los dos grupos de ejercicios. En este sentido, los ejercicios realizados junto con la quimioterapia lograron reducir la incidencia de daño nervioso entre un 50 y un 70 por ciento. Además, aumentaron la calidad de vida percibida subjetivamente por los pacientes, hicieron menos necesario reducir la dosis de medicamentos contra el cáncer y disminuyeron la mortalidad en los cinco años posteriores a la quimioterapia.

"El efecto positivo del ejercicio está demostrado y, en comparación, este tratamiento es muy barato", destacó la científica deportiva Fiona Streckmann. Actualmente, junto con su equipo, están trabajando en unas directrices para los hospitales, de modo que puedan integrar el ejercicio en la práctica clínica como terapia de apoyo.

"El potencial de la actividad física está enormemente subestimado", insistió la prof. Streckmann, que espera que los resultados del estudio conduzcan a que se doten los hospitales de más terapeutas deportivos para aprovechar mejor este potencial.

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