Los pacientes con inflamación cerebral suelen desarrollar problemas musculares que, en principio, parecen no estar vinculados al sistema nervioso central. Para arrojar más luz en este tipo de episodios, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis (EEUU), han llevado a cabo un estudio, cuyos ...
Los pacientes con inflamación cerebral suelen desarrollar problemas musculares que, en principio, parecen no estar vinculados al sistema nervioso central. Para arrojar más luz en este tipo de episodios, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis (EEUU), han llevado a cabo un estudio, cuyos resultados han sido publicados en la revista ´Science Immunology´. "Nos interesa comprender la fatiga muscular profunda que se asocia con algunas enfermedades comunes", indicó el autor principal Aaron Johnson, profesor asociado de biología del desarrollo.
Según han podido constatar estos investigadores, la inflamación cerebral libera una proteína específica que viaja desde el cerebro hasta los músculos y provoca una pérdida de la función muscular. En concreto, las proteínas mensajeras del cerebro viajan a través del torrente sanguíneo y reducen los niveles de energía en el músculo esquelético. "Esto es más que una simple falta de motivación para moverse cuando no nos sentimos bien. Estos procesos reducen los niveles de energía en el músculo esquelético, disminuyendo la capacidad de moverse y funcionar con normalidad", explicó el prof. Johnson.
Para investigar los efectos de la inflamación cerebral en la función muscular, los investigadores modelaron tres tipos diferentes de enfermedades: una infección bacteriana por E. coli , una infección viral por SARS-CoV-2 y el Alzheimer. Cuando el cerebro se expone a proteínas inflamatorias características de estas enfermedades, se acumulan sustancias químicas dañinas llamadas especies reactivas de oxígeno. Las especies reactivas de oxígeno hacen que las células cerebrales produzcan una molécula relacionada con el sistema inmunitario, la interleucina-6 (IL-6), que viaja por todo el cuerpo a través del torrente sanguíneo. Los investigadores descubrieron que la IL-6 en ratones (y la proteína correspondiente en las moscas de la fruta) reducían la producción de energía en las mitocondrias de los músculos, las fábricas de energía de las células.
"Las moscas y los ratones que tenían proteínas asociadas a la COVID-19 en el cerebro mostraron una función motora reducida: las moscas no trepaban tan bien como deberían y los ratones no corrían tan bien o tanto como los ratones de control", según el prof. Johnson. "Vimos efectos similares en la función muscular cuando el cerebro estuvo expuesto a proteínas asociadas a bacterias y a la proteína beta amiloide del Alzheimer. También detectamos evidencia de que este efecto puede volverse crónico. Incluso si una infección se cura rápidamente, el rendimiento muscular reducido permanece muchos días más en nuestros experimentos", agregó.
Prevenir la debilidad muscular
El estudio apunta, asimismo, a objetivos potenciales para prevenir o tratar la debilidad muscular relacionada con la inflamación cerebral. Los investigadores descubrieron que la IL-6 activa lo que se denomina la vía JAK-STAT en el músculo, y esto, según estos autores, "es lo que causa la reducción de la producción de energía de mitocondrias".
"No estamos seguros de por qué el cerebro produce una señal proteica que es tan perjudicial para la función muscular en tantas categorías diferentes de enfermedades", reconoció el pro. Johnson. "Si queremos especular sobre las posibles razones por las que este proceso ha permanecido con nosotros a lo largo de la evolución humana, a pesar del daño que causa, podría ser una forma del cerebro de reasignar recursos a sí mismo mientras lucha contra la enfermedad. Necesitamos más investigaciones para comprender mejor este proceso y sus consecuencias en todo el cuerpo", concluyó dicho experto.