Las enfermedades inflamatorias intestinales (EII) se caracterizan por un sistema inmunitario hiperactivo, que provoca una inflamación crónica en los intestinos, lo que causa diarrea persistente, dolor abdominal y fatiga. Actualmente, se ha observado un incremento en Europa de la prevalencia de dichas enfermedades. Aunque a muchas personas se les diagnostica en ...
Las enfermedades inflamatorias intestinales (EII) se caracterizan por un sistema inmunitario hiperactivo, que provoca una inflamación crónica en los intestinos, lo que causa diarrea persistente, dolor abdominal y fatiga.
Actualmente, se ha observado un incremento en Europa de la prevalencia de dichas enfermedades. Aunque a muchas personas se les diagnostica en la edad adulta temprana, a un grupo más pequeño se les identifica durante la infancia, sobre todo si experimentan síntomas como pérdida de peso, dolor abdominal, diarrea y hemorragias.
En los últimos años, los investigadores han descubierto que ciertos marcadores inflamatorios pueden detectarse en muestras de sangre hasta 10 años antes del diagnóstico oficial. Esto sugiere que la enfermedad comienza a desarrollarse mucho antes de lo que se creía anteriormente. Sin embargo, los investigadores suelen estar limitados por la disponibilidad de muestras biológicas tomadas antes de un diagnóstico, y el lapso de 10 años probablemente refleja hasta qué punto se remontan los datos disponibles.
Cambios biológicos
Ahora, Investigadores daneses de la Universidad de Aalborg han sido los primeros en descubrir pruebas de que los cambios biológicos al nacer pueden estar relacionados con el desarrollo de este tipo de patologías en la primera infancia, según los resultados publicados en la revista ´Gastroenterology´. Este nuevo estudio sugiere que sólo los niños diagnosticados antes de los seis años muestran cambios biológicos en su sangre al nacer.
"Al comparar muestras de sangre de recién nacidos que más tarde desarrollan EII con las de los que no la desarrollan, podemos entender mejor lo que sucede en el organismo antes de que aparezcan los síntomas. Dado que los niños pequeños a menudo no pueden describir su dolor, esto podría abrir la puerta a la detección de los primeros signos de la enfermedad en los recién nacidos, lo que potencialmente nos permitiría prevenir su aparición", indicó, al respecto, el investigador Jonas Julius Rudbæk.
Los investigadores solo observaron estos signos tempranos de EII en niños muy pequeños, mientras que aquellos diagnosticados más tarde en la infancia no muestran estos cambios al nacer. "Esto respalda la idea de que estamos tratando con un grupo específico de niños que se ven especialmente afectados, por lo que es crucial investigar opciones preventivas para este subgrupo", agregó. Rudbæk.