Los médicos internistas consideran prioritario preparar el sistema sanitario para hacer frente con garantías a las perspectivas climáticas del futuro, así como reconocer el efecto de las olas de calor sobre la salud de las personas. Son algunas de las claves expuestas en el encuentro con el experto Hábitos saludables, ...
Los médicos internistas consideran prioritario preparar el sistema sanitario para hacer frente con garantías a las perspectivas climáticas del futuro, así como reconocer el efecto de las olas de calor sobre la salud de las personas. Son algunas de las claves expuestas en el encuentro con el experto Hábitos saludables, planeta sostenible, este sábado, en el 45 Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), en Expomeloneras (Las Palomas, Gran Canaria).
En dicho encuentro, moderado por la Dra. Belén Alonso Ortiz, coordinadora del grupo de trabajo de EPOC de la SEMI e internista en el Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín, participaron como ponentes la Dra. María Villalonga Comas, internista del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Son Espases de Palma de Mallorca, y el Dr. Carlos Cabrera López, del Servicio de Neumología del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín.
Está ampliamente reconocido por el conjunto de la comunidad científica que el cambio climático ha provocado un aumento de la temperatura global. Desde la era preindustrial la temperatura media ha aumentado más de 1.2ºC y las proyecciones futuras predicen un aumento por encima de los 2ºC en las próximas décadas si no se aplican medidas efectivas.
En palabras de la Dra. Villalonga, "reconocer el efecto de las olas de calor en la salud de las personas es un asunto prioritario en el proceso de adaptación de las comunidades y los sistemas sanitarios, sobre todo teniendo en cuenta las perspectivas climáticas futuras y el incremento de la población vulnerable, secundario al envejecimiento demográfico que experimentan los países industrializados".
Según la Dra. Alonso, las olas de calor pueden "afectar gravemente la salud de las personas y, especialmente aquellas con patologías crónicas". De hecho, "el calor excesivo puede provocar deshidratación, descompensación de enfermedades previas y aumentar el riesgo de presentar golpes de calor. En los pacientes con patologías respiratorias crónicas, como la EPOC, el calor extremo empeora su disnea y puede desencadenar crisis respiratorias graves, agravando su situación basal y aumentando el riesgo de hospitalización".
A este respecto, el Dr. Cabrera resaltó que "la comunidad médica tiene un papel crucial a la hora de enfrentar los retos del cambio climático y la salud planetaria". Este papel va más allá que el propio cuidado de la salud y "necesita de la interacción con la sociedad y con la esfera política".
Los médicos, indicó el Dr. Cabrera, deben "liderar la descarbonización de los sistemas sanitarios, no sólo por el problema ético al formar parte de una estructura altamente contaminante, sino por servir de ejemplo a otras organizaciones y relacionar, de forma permanente, la salud humana con la salud planetaria". En la sociedad, de esta manera, los médicos deben "demostrar que la salud del planeta va paralela a la salud humana y que los retos más importantes de salud pública comprenden también el cambio climático".
A nivel político, hay que constituirse como un bloque unido que presione a las administraciones para acelerar la descarbonización y para que se tomen medidas de sostenibilidad para el cuidado de la salud poblacional.
Existen múltiples estudios que reconocen el efecto de estos eventos de calor extremo en la mortalidad poblacional. El informe MoMo, sin ir más lejos, realizado anualmente por el Instituto de Salud Carlos III, estimó que en el 2021 se produjo un 1.22 % de incremento en mortalidad atribuible al exceso de temperatura. Desde que se realiza este informe, el 2021 representa el año con un menor impacto, siendo el 2003 el año en el que se evidenció un exceso de mortalidad asociado al calor más alto con un 6.98 %.
De acuerdo con la Dra. Villalonga, "la evidencia al respecto de la morbilidad asociada a las olas de calor aún es escasa y en muchas ocasiones los estudios aportan resultados inconsistentes". Un estudio llevado a cabo en Estados Unidos, en el que se analizó el aumento de las admisiones hospitalarias durante eventos de calor extremo, evidenció un aumento de los ingresos por patología renal, mientras que los ingresos por patología respiratoria no mostraron cambios significativos y los ingresos por patología cardiovascular disminuyeron. Resultados similares se obtuvieron en un estudio donde se examinaron los ingresos hospitalarios por patología cardiovascular y respiratoria durante las olas de calor en doce ciudades europeas. La Dra. Villalonga apuntó que, "en situación de olas de calor, en los estudios de morbilidad no existe un aumento en las enfermedades respiratorias que sí se observa en las cardiovasculares, principalmente en insuficiencia renal e ictus".
Recientemente, se ha publicado un estudio realizado en el Hospital de Son Espases sobre el impacto de las olas de calor sobre la morbilidad y las admisiones en el hospital en la localidad. Dicho estudio, tal y como comentó la Dra. Villalonga, concluye que "hay un aumento de admisiones en UCIs en los días de ola de calor, el grupo más afectado era el de entre 15 y 65 años, que representaba a la población activa y respecto a los diagnósticos existía un incremento de riesgo para el ictus isquémico e insuficiencia renal".
A la hora de plantear las hipótesis e interpretar los resultados en estudios observacionales de morbilidad, es imprescindible que exista una plausibilidad biológica entre el factor causal de estudio (olas de calor), los eventos fisiopatológicos que genera y su correlación clínico-patológica. Respecto a las patologías afectadas por el aumento agudo de la temperatura, las enfermedades cardiovasculares, pulmonares y renales son las que mayor evidencia científica y fundamento fisiopatológico presentan.
Si bien estos efectos pueden evidenciarse a cualquier edad, la población de edad avanzada constituye el grupo de mayor vulnerabilidad. La menor capacidad de termorregulación, el aumento de la comorbilidad y la polimedicación, el aislamiento social y la dependencia son algunos de los factores principalmente implicados en el aumento del riesgo en este subgrupo poblacional. No obstante, las consecuencias a la exposición a eventos de calor extremo igualmente se ven afectadas por otros factores como la residencia, el nivel socioeconómico, la ocupación laboral o el consumo de tóxicos.
Por una parte, expuso la Dra. Villalonga, los internistas han de intentar "educar" a sus pacientes respecto a la necesidad de tener hábitos saludables en su día a día, pero deben tener muy en cuenta la posibilidad de empeoramiento de sus enfermedades crónicas, principalmente en los episodios de olas de calor, valorando si hay que realizar modificaciones en su tratamiento por posibilidad de empeoramiento principalmente a nivel renal, insistir en una hidratación abundante, preguntar sobre las condiciones de su vivienda por la asociación de problemas de salud ocasionados por mala calidad del aire, temperaturas interiores extremas, presencia de mohos y otros problemas como el ruido ambiental que interfiera en su descanso.
A la hora de valorar el diagnóstico diferencial de enfermedades agudas, hay que "plantear la posibilidad de enfermedades transmitidas por vectores de nueva aparición relacionados con el cambio climático como Dengue, Chikungunya, fiebre del Nilo, paludismo, etcétera". En caso de empeoramiento de enfermedades respiratorias, "pensar la posibilidad de presencia de nuevos alérgenos o en la aparición de asma de novo".
Con todo, para la Dra. Alonso, "el médico internista, como especialista con una visión global de la persona enferma, tiene un rol clave en el binomio salud-clima, ya que debe anticiparse y gestionar los problemas de salud asociados al cambio climático, que afectan especialmente a los pacientes más vulnerables". Esto implica educar a la población sobre medidas preventivas, ajustar tratamientos según las condiciones ambientales y monitorizar de forma más estrecha a aquellos pacientes con patologías crónicas más graves como la insuficiencia cardiaca o la EPOC. Además, "el internista debe trabajar en la creación de estrategias adaptativas dentro del sistema de salud, promoviendo la resiliencia ante los efectos del cambio climático en la salud".
Entre las recomendaciones, se encuentran: aconsejar hábitos de saludables para contribuir a un planeta sostenible; evitar situaciones de exceso calor, debemos no realizar actividad física en horas de calor, insistir en hidratación adecuada; incluir en la historia clínica información sobre las características de la vivienda de los pacientes, para poder detectar temperaturas interiores extremas o presencia de mohos, etcétera; revalorar la medicación que llevan los pacientes y si es preciso realizar los cambios pertinentes; y, por último, tener en cuenta la presencia de enfermedades transmitidas por vectores de nueva aparición relacionados con el cambio climático como Dengue, Chikungunya, fiebre del Nilo o paludismo, entre otras.
La Dra. Alonso reiteró que "la EPOC es una patología que está estrechamente relacionada con la exposición prolongada a la polución ambiental, ya que contaminantes como el humo de combustión, partículas finas, gases tóxicos y otras sustancias contaminantes inflaman y dañan las vías respiratorias, agravando la enfermedad". Por ello; vivir en un entorno ambientalmente saludable, libre de mohos, polución y humo, resulta fundamental para las personas con patologías respiratorias crónicas, ya que "está demostrado que ayuda a preservar la función pulmonar, reduce la frecuencia de exacerbaciones y el riesgo de hospitalización en estos pacientes".
En definitiva, los médicos poseen un papel muy importante que jugar en el desarrollo de la concienciación social y de las medidas necesarias para acercarnos a un futuro donde la salud humana y la planetaria se puedan dar la mano.