Procesos agudos como las gastroenteritis leves o graves, las ictericias, las leptospirosis, las neumonías causadas por infecciones respiratorias, las meningo-encefalitis, las fiebres altas sin causa específica, los dolores retrooculares, los padecimientos abdominales alarmantes, los vómitos persistentes o los sangrados son efectos de las situaciones debidas a las inundaciones, sin olvidar ...
Procesos agudos como las gastroenteritis leves o graves, las ictericias, las leptospirosis, las neumonías causadas por infecciones respiratorias, las meningo-encefalitis, las fiebres altas sin causa específica, los dolores retrooculares, los padecimientos abdominales alarmantes, los vómitos persistentes o los sangrados son efectos de las situaciones debidas a las inundaciones, sin olvidar los dolores de cabeza intensos, la rigidez de cuello, la confusión, la desorientación o los estados de agitación. Altas cotas de estrés y ansiedad que llevan a muchos ciudadanos a sentirse superados por los acontecimientos con el riesgo de desarrollar episodios o desarrollos enmarcables dentro del área de salud mental. Por lo que, recientemente la Fundación para la Cooperación Internacional de la Organización Médica Colegial (FCOMCI) y la ong Médicos Sin Fronteras (MSF) estimaron imprescindible recordar pautas a los médicos sobre la forma de proceder con la población afectada en situaciones de catástrofes.
Dra Rosa Arroyo
En nombre de la Organización Médica Colegial (OMC), su vicepresidenta segunda, la doctora Rosa Arroyo, aludió a una formación transversal frente a estos escenarios, con apoyo psicológico y atención específica a los niños y a los familiares de los desaparecidos. Pero también con el objetivo de cuidar al que cuida para que pueda realizar eficazmente su labor.
Dra Cristina Carreño
Empezó las explicaciones la doctora Cristina Carreño, psiquiatra de Médicos Sin Fronteras, al afirmar que los sanitarios deben tener la estabilidad necesaria para poder ayudar y no representar una carga. Ante situaciones en las que las pérdidas materiales y la pérdida de los domicilios destruye la estructura comunitaria, con cambios de rol y respuestas distintas a los traumas vividos. Para lo que propuso apoyos familiares y no patologizar a las víctimas. Dando espacio a los rituales de duelo y acompañamiento ante el dolor. Con la idea de aplicar estrategias sanas de afrontamiento para retomar el control y sin comportamientos pasivos. Porque las reacciones cognitivas, físicas, emocionales y conductuales son tan entendibles como las dudas espirituales, las pesadillas, los pensamientos intrusivos, la incapacidad para recordar, el dolor, el malestar, los problemas de sueño, la pérdida de apetito, las dolencias gástricas, la desesperanza, la tristeza, el miedo, la impotencia, la indefensión, la perturbación de las creencias básicas, el debilitamiento del sentimiento de seguridad, los malestares inespecíficos, la extrañeza, la anestesia afectiva, la dificultad para conectar con la realidad y el sentimiento de culpabilidad por haber sobrevivido frente a otros que no pudieron lograrlo.
Para atender a las víctimas, Carreño recomendó no consolar sólo por el hecho de seguir vivo, ni pedir detalles de los sufrido, ni decir simplezas como "te entiendo". Desde la certeza de que parte de las víctimas precisarán apoyo o tratamiento del área de salud mental. Existiendo riesgos autolíticos o de lesiones para los demás. Oponiendo respeto a los silencios, no renunciar a las creencias, sugerir y no ordenar. Dado que también se dan sentimientos de pérdida ambigua por la ausencia de los allegados desaparecidos. En una montaña rusa de emociones, entre la esperanza y la desesperanza, los pensamientos negativos, con la cohesión familiar afectada y las preguntas del tipo "qué hubiera pasado si…". Ante lo que los médicos deben entender que cada persona experimenta las situaciones de forma propia, pero en todos los casos requieren escucha genuina, respetar sus ritmos, las palabras y los tiempos verbales, citar a los familiares perdidos en tiempo presente, además de promover el contacto entre las personas y reconocimiento del dolor de cada uno.
Ariadna Pérez
Desde Nairobi (Kenia) la psicóloga Ariadna Pérez, colaboradora de Médicos Sin Fronteras, explicó en streaming como viven los niños las catástrofes en las que su imaginación puede transformar la realidad percibida con ideaciones muy peligrosas. Dándose regresiones como chuparse el dedo, la enuresis, las pesadillas, la inexpresividad, la no comprensión de sus propias emociones, el mutismo selectivo, el tartamudeo, la culpabilidad, la tristeza, los dolores de cabeza y de estómago, la tensión muscular, las alergias de piel u otro tipo, las rabietas, la distracción y la escasa concentración. Para lo que se deben evitar los lugares del suceso, aunque se puede evocar lo sucedido mediante el juego. Desde la media de que se tardan entre tres y seis meses en adaptar el cuerpo a la normalidad, con atención a saber cuando es necesario acudir al especialista.
De los cero a tres años, resaltó su gran miedo a la pérdida de los familiares y la casa. Edades en las que hay que restablecer rutinas, con mensajes cortos y un lenguaje muy sencillo, sin dejar a los niños solos en ningún momento, dejándoles llorar, si lo necesitan, y recurrir a los cuentos para ayudarles a comprender la situación existente.
Mientras que, en víctimas de tres a seis años, en los que los niños son más egocéntricos y mezclan la realidad y la ficción, propuso ofrecerles ejemplos de la vida corriente sin mentirles, pero sin dar lugar a que su imaginación tome el control porque puede ser muy peligroso.
Ya entre los siete y los once años, recordó Pérez que estos niños entienden sus emociones y las de los demás. Emociones que hay que compartir con empatía, pero sin entrar en los detalles de lo acaecido.
Mientras que, sobre los adolescentes, explicó que temen la percepción que tengan los demás de su apariencia física, sin poder cuidarla por falta de medios en las situaciones de crisis. Para los que hay que respetar su razonamiento como adultos a pesar de sus emociones cambiantes, propiciar que puedan relacionarse con sus iguales pero derivarles, si aparecen síntomas como el aislamiento total, la pérdida de apetito y peso, las dolencias físicas sin causa aparente y los pensamientos relacionados con la muerte.
Pérez recordó además que los cuidadores están expuestos a la fatiga, al agotamiento y a los traumas vicarios de aquellos que van a ayudar y adquieren la sintomatología de las víctimas. Sin obviar que existe estrés, agobio y tristeza como fenómenos normales de aquel que ayuda, que también tienen que descansar y pedir el relevo cuando lo necesiten. Así como cultivar el cuidado del propio cuerpo para que pueda seguir adelante a favor de los demás.