Investigadores chinos han descubierto que la exposición crónica al calor en ratones induce la pérdida de volumen muscular, con el consiguiente declive en la función del tejido. En comparación con los animales mantenidos a 25C, los expuestos a 37C durante dos semanas no sólo perdieron fuerza muscular sino también resistencia ...
Investigadores chinos han descubierto que la exposición crónica al calor en ratones induce la pérdida de volumen muscular, con el consiguiente declive en la función del tejido. En comparación con los animales mantenidos a 25C, los expuestos a 37C durante dos semanas no sólo perdieron fuerza muscular sino también resistencia al ejercicio continuado. El impacto de la temperatura resultó ser altamente específico, ya que no indujo modificaciones en el peso de la masa muscular, pero sí reducciones en el diámetro de las fibras musculares y aumento en el número de fibras pequeñas. En el análisis a nivel molecular los científicos hallaron que la hipertermia redujo la capacidad oxidativa de las fibras musculares, con un concomitante incremento en la expresión de genes relacionados con la atrofia del tejido.
Zhu-Ying Xia, investigador de la Central South University y codirector del estudio, afirma que estas alteraciones cursaron con cambios en la microbiota intestinal, en un efecto que pudo ser reproducido en ratones que recibieron trasplante fecal procedente de los animales expuestos a hipertermia. Estos ratones receptores exhibieron menor capacidad de asimiento y de resistencia física, asegura Xia.
El investigador prosigue indicando que la modulación de la microbiota se vio reflejada en los niveles circulantes de homocitrulina, metabolito que afecta desfavorablemente a las mitocondrias musculares, orgánulos imprescindibles en la producción de energía. La toxicidad de la homocitrulina pudo ser confirmada en cultivos de mioblastos, en los que este compuesto indujo un aumento en la producción de especies reactivas del oxígeno y una disminución del potencial de membrana mitocondrial. En su conjunto los resultados señalan la existencia de un eje músculo-microbiota, susceptible de modulación por el calor, concluye Xia.