Investigadores de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania (EEUU) han utilizado, por primera vez, organoides cultivados en laboratorio a partir de tumores de individuos con glioblastoma (GBM) para modelar con precisión la respuesta de un paciente a la terapia con células CAR-T en tiempo real, según publica ...
Investigadores de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania (EEUU) han utilizado, por primera vez, organoides cultivados en laboratorio a partir de tumores de individuos con glioblastoma (GBM) para modelar con precisión la respuesta de un paciente a la terapia con células CAR-T en tiempo real, según publica 'Cell Stem Cell'.
"La respuesta del organoide a la terapia reflejó la respuesta del tumor real en el cerebro del paciente. Es decir, si el organoide derivado del tumor se encogió después del tratamiento, también lo hizo el tumor real del paciente", según explicaron los investigadores. "Resulta difícil medir la respuesta de un paciente con GBM al tratamiento porque no podemos realizar biopsias cerebrales de forma regular y puede ser complicado discernir el crecimiento del tumor de la inflamación relacionada con el tratamiento en las imágenes por resonancia magnética", agregó el coautor principal de la investigación, el Dr. Hongjun Song , profesor de neurociencia de Perelman.
El glioblastoma multiforme es el tipo de tumor cerebral canceroso más común y agresivo en adultos. Las personas con GBM suelen tener una expectativa de vida de solo 12 a 18 meses después del diagnóstico. A pesar de décadas de investigación, no existe una cura conocida para dicho tumor y los tratamientos aprobados (como la cirugía, la radiación y la quimioterapia) tienen un efecto limitado en la prolongación de la expectativa de vida.
Hasta ahora, los investigadores han tenido dificultades para diseñar células para que busquen y destruyan con éxito tumores sólidos, como en el caso del GBM. Investigaciones recientes sugieren que la terapia CAR-T que se dirige a dos proteínas asociadas con tumores cerebrales (en lugar de una) puede ser una estrategia prometedora para reducir el crecimiento de tumores sólidos en pacientes con glioblastoma recurrente.
Una preocupación común con la terapia CAR-T para el GBM es la neurotoxicidad, que ocurre cuando una sustancia tóxica altera la actividad del sistema nervioso y puede modificar o, incluso, matar las células cerebrales. Los investigadores descubrieron que había niveles similares de citocinas inmunitarias, que indican toxicidad, tanto en los organoides como en el líquido cefalorraquídeo de los pacientes. Ambos niveles disminuyeron una semana después de finalizar el tratamiento, lo que sugiere que el organoide también puede modelar con precisión el riesgo de neurotoxicidad de un paciente y ayudar a los médicos a determinar qué tamaño de dosis de células T CAR utilizar.
"Esperamos que estos organoides puedan utilizarse en el futuro para 'conocer' el tumor complejo de cada paciente y determinar rápidamente qué terapias serían las más eficaces para ellos en el ámbito de la medicina personalizada", concluyó el Dr. Song.