El próximo 11 de noviembre tendrá lugar en el ICOMEM una jornada sobre las implicaciones que la falta de adherencia a los tratamientos tiene en la salud de los ciudadanos y en los propios recursos del sistema sanitario, incidiendo en un mayor uso de las urgencias con un mayor índice de hospitalizaciones.
Tal como recordaba recientemente el presidente del Observatorio de la Adherencia al Tratamiento (OAT), doctor Carlos Macaya, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya se refirió hace algunos años a la falta de adherencia a los tratamientos como a un problema mundial de gran magnitud, debido al impacto que ...
Tal como recordaba recientemente el presidente del Observatorio de la Adherencia al Tratamiento (OAT), doctor Carlos Macaya, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya se refirió hace algunos años a la falta de adherencia a los tratamientos como a un problema mundial de gran magnitud, debido al impacto que produce en la vida de los ciudadanos. Se estima que el coste de la falta de cumplimiento de las terapias, fundamentalmente farmacológicas pero también en lo relativo al no seguimiento de pautas de vida saludables, podría cifrarse en 11.500 millones de euros a escala nacional, ampliándose a los 125.000 euros millones de euros en pérdidas dentro de la Unión Europea. Una realidad por la que la referida OMS postuló en 2003 esta definición de falta de adherencia, vigente hoy en todo el mundo, siendo esta “el grado en el que la conducta de un paciente, en relación con la toma de medicación, el seguimiento de una dieta o la modificación de hábitos de vida, no se corresponde con las recomendaciones acordadas con el profesional sanitario”, y siendo lo contrario el consentimiento del paciente con las recomendaciones recibidas, y expresa la colaboración activa entre el profesional sanitario y el paciente en la toma de decisiones que afectan a la propia salud de este último.
Dado que el cumplimiento terapéutico en España apenas llega al 50% una vez que los tratamientos pasan de una primera fase aguda a otra de meseta dentro de la cronicidad que acompaña al paciente a lo largo de toda su vida, se estima en el OAT que es preciso realizar intervenciones poblacionales en el primer-segundo año que sucede a la instauración de dicho tratamiento. Tal como ha declarado el doctor Macaya a esta cabecera en reiteradas intervenciones a los medios de comunicación especializados en Salud, el grado de cumplimentación es pobre en España, a pesar de disponer de un acceso a los medicamentos muy favorable gracias al sistema de financiación pública y que también resulta bajo el índice de seguimiento que hacen los pacientes de las recomendaciones recibidas de los prestadores de asistencia sanitaria, fundamentalmente médicos y enfermeros, en cuanto a los hábitos de vida más idóneos. Factores agravados por el hecho de que no son los pacientes de edad más avanzada los incumplidores, sino más bien los jóvenes (50-60 años) que con el tiempo dejan de tomar sus medicamentos (por ejemplo, sus estatinas) e, incluso, dejan de asistir al médico a los pocos años de haber sufrido patologías tan graves como infartos.
Como recuerda Macaya siempre que tiene ocasión, los beneficios de las terapias farmacológicas pueden verse alterados o incluso anulados por los errores de prescripción y administración de las mismas. Con consecuencias como el empeoramiento de la calidad de vida, un deficiente control de las patologías, la aparición de efectos secundarios e intoxicaciones, además del aumento de las recaídas y los agravamientos que pueden llevar al fallecimiento. Todo ello sin olvidar una mayor exigencia de recursos socio-sanitarios.
En cuanto al estado de ánimo de la profesión médica, el doctor Macaya estimó que está en horas bajas debido al estancamiento en el que se encuentra la Gestión Sanitaria. Como presidente de FACME, Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas y entidad perteneciente al Foro de la Profesión Médica (FPME), el cardiólogo declaró su preocupación porque no podamos ver en esta legislatura que termina una concreción de dicha gestión, por la que los médicos deberían tener un papel gestor más preponderante en el esquema asistencial. En ese sentido, Macaya lamentó que los acuerdos adoptados el 30 de julio de 2013 en el Palacio de la Moncloa no se hayan materializado en los dos años posteriores. El hecho de que la gestión clínica sea una reivindicación profesional debatida desde hace 2 décadas, no ha evitado la sensación de cierta frustración en no pocos facultativos, deseosos de participar más activamente en la microgestión de la sanidad.
PIE DE FOTO: El doctor Carlos Macaya, presidente del Observatorio de la Adherencia al Tratamiento (OAT), jefe de Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario San Carlos de Madrid y presidente de FACME, en una reciente intervención sobre Gestión Clínica