IM MÉDICO #63

11 cada año unos 10.000 nuevos casos) y a más de 8,5 millones de personas en todo el mundo. Se caracteriza por causar severos daños neurológicos, generando alteraciones en el control y coordinación de los movimientos del cuerpo, así como rigidez muscular. Los pacientes presentan temblor de reposo, rigidez, pérdida de habilidad o rapidez para realizar funciones motoras, trastornos posturales y/o trastorno de la marcha. Si bien, un paciente con Parkinson puede desarrollar, entre cinco y diez años antes del comienzo de los síntomas motores, muchos trastornos no relacionados con la motricidad, como son la pérdida de olfato, el trastorno de conducta del sueño REM y la depresión (entre el 20% y el 40% de los pacientes presenta depresión como un síntoma precoz). Conocerlos e identificarlos puede ser clave para poder mejorar los tiempos de diagnóstico de esta enfermedad. “Aunque el origen de la enfermedad de Parkinson aún se desconoce, al igual que ocurre con la mayoría de las enfermedades neurodegenerativas crónicas, se cree que su aparición surge por una combinación de factores de riesgo no modificables, como el envejecimiento o factores genéticos. Las formas familiares sólo representan alrededor del 5% de los casos. La exposición a ciertos factores ambientales podría incrementar o disminuir el riesgo del Parkinson, pero el conocimiento de estos factores aún no es lo suficientemente amplio y se han encontrado resultados contradictorios en muchos estudios”, explicó Javier Pagonabarraga Mora, coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la SEN, en el marco del pasado el Día Mundial del Parkinson. El daño aparece cuando las células del sistema encargadas de producir dopamina, una hormona que regula el movimiento, detienen su producción. Hasta la fecha, ELA PARKINSON ALZHEIMER ESCLEROSIS MÚLTIPLE DAÑO CEREBRAL POR ACCIDENTE CEREBROVASCULAR Hombre 11,6 62,1 76,3 24,5 176,6 Mujer 20,1 75,6 163,2 65 184,9 Fuente: INE ENFERMEDADES CRÓNICAS DIAGNOSTICADAS · 2021 (Miles de personas) CUANTO ANTES EMPECEMOS A CONTROLAR LOS FACTORES DE RIESGO CARDIOVASCULAR, MEJOR Las enfermedades cardiovasculares y la demencia coexisten en etapas avanzadas en muchas ocasiones; sin embargo, hay pocos estudios longitudinales en personas de mediana edad, 50 años, que hayan evaluado la interacción entre la aterosclerosis y sus factores de riesgo sobre la salud del cerebro. Ahora, una investigación realizada en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), en la que participa el centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall, el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), arroja nuevos datos sobre esta relación y confirma la relevancia de controlar los factores de riesgo cardiovascular tradicionales, como hipertensión, colesterol, diabetes, tabaquismo o sedentarismo, no sólo para cuidar la salud cardiovascular, sino también para prevenir enfermedades como el Alzheimer. Publicada en The Lancet Healthy Longevity, la investigación del CNIC muestra que la aterosclerosis (el acúmulo de placas de grasa en las arterias) y sus factores de riesgo asociados, además de ser las principales causas de enfermedad cardiovascular, están también implicados en alteraciones cerebrales típicas de la enfermedad de Alzheimer. La información es muy relevante porque, asegura Valentín Fuster, director general del CNIC y uno de los autores principales del estudio, abre la posibilidad de intervenir sobre un trastorno modificable, como las enfermedades cardiovasculares, para prevenir el desarrollo de las demencias, para las que no existe tratamiento para muchos pacientes. “Cuanto antes empecemos a controlar los factores de riesgo cardiovascular, mejor será para nuestro cerebro”, indica Fuster. Asimismo, subraya el director del CNIC, “a pesar de que todos sabemos la importancia de cuidarse y controlar los factores de riesgo cardiovascular para evitar un infarto, el hecho de que están relacionados con un deterioro de la salud cerebral puede hacer que haya una mayor conciencia de la necesidad de adquirir hábitos saludables en las fases más jóvenes de la vida”. se han identificado varios genes de riesgo asociados al Parkinson. Sin embargo, a pesar de los avances en investigación y la existencia de evidencias en la influencia de factores genéticos y ambientales en la enfermedad, aún queda mucho por conocer en relación con su etiopatogenia. De acuerdo con la OMS, el Parkinson afecta a una de cada 100 personas mayores de 60 años. Normalmente, se diagnostica entre los 55 y los 60 años. No obstante, no es una enfermedad exclusiva de personas mayores: el 15% de los pacientes no superan los 50 años y se pueden encontrar casos en los que la enfermedad se inicia en la infancia o en la adolescencia. Se calcula que habrá doce millones de pacientes con esta enfermedad en el año 2030. El número de afectados se duplicará en 20 años y se triplicará en 2050. La levodopa, que se suele combinar con otros fármacos que potencian la funcionalidad de los sistemas cerebrales dopaminérgicos, es una opción terapéutica fundamental en esta enfermedad.

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