IM MÉDICO #63

93 Como es sabido, el órgano más extenso del cuerpo humano es la piel, que representa el 15% del peso corporal total, aproximadamente, y cubre todo el cuerpo externamente. Su estructura y las funciones que desempeña la convierten en mucho más que una simple envoltura que protege los órganos internos, es esencial para la supervivencia. Algunas de estas funciones son: de barrera, sensorial, termorreguladora, fotoprotectora, metabólica, inmunológica, endocrina y excretora. La piel consta de 3 capas principalmente, cuyo origen y estructura es diverso. La epidermis es la más externa y está formada por múltiples capas de células. La capa intermedia es la dermis, constituida por tejido conectivo denso. La hipodermis es la más profunda, donde se recolectan las células adiposas. El estado de bienestar de la piel se relaciona directamente con los distintos componentes celulares de cada capa y con la microbiota cutánea, que es el conjunto de microorganismos (virus, bacterias y hongos) que habitan en la superficie de la piel, en simbiosis con ella. Se puede decir que contribuye a la defensa inmunitaria de la piel mediante el mantenimiento del pH ácido cutáneo, la producción de bacteriocinas defensivas y el obstáculo físico que bloquea los enlaces de lugares de adhesión de microorganismos patógenos. Cabe destacar que la microbiota cutánea mantiene una relación muy estrecha con la microbiota intestinal. Por ello, si se produce una alteración cualitativa y/o cuantitativa en la composición de los microorganismos intestinales, y nuestra barrera defensiva se ve vulnerada, esto se verá reflejado a nivel cutáneo mediante la secreción de sustancias al torrente circulatorio, que pueden llegar a zonas tan distantes como la piel, la migración de bacterias desde su lugar de origen, o diversas alteraciones inmunitarias. Por tanto, la microbiota intestinal desempeña un importante papel en el eje intestino-piel, por lo que se asocia su desequilibrio a muchos problemas cutáneos. Entre las causas de esta alteración encontramos el estrés y llevar un ritmo de vida acelerado, no seguir una alimentación equilibrada, el consumo de medicamentos, el sedentarismo o la acumulación de metales pesados. Las problemáticas cutáneas son de las patologías más frecuentes y suponen una de las áreas de actividad clínica principales entre los facultativos de medicina general. En algunos casos, las lesiones de la piel son visibles y comprometen el aspecto de quien las padece, pudiendo tener un impacto psicológico relevante. Si bien los niños y las personas mayores se ven más afectados, las patologías cutáneas también van en aumento entre adolescentes y adultos. En cuanto a los síntomas y signos de estas problemáticas encontramos dolor, prurito, quemazón, formación de ampollas, hinchazón, engrosamiento de la piel, descamación o alteración de la coloración y despigmentación. De todos ellos, el prurito es el más desagradable que tienen en común la mayoría de estas patologías. Es un síntoma que induce a la necesidad de rascarse como acto reflejo de protección; sin embargo, compromete la barrera cutánea, ya que la epidermis se vuelve más vulnerable y expuesta a infecciones del ambiente externo. Además, cualquier infección por bacterias, hongos u otros agentes causa irritación, que también provoca prurito, lo cual lleva a un círculo vicioso, y puede generar que aparezca alguna lesión cutánea. Principales patologías cutáneas Entre las problemáticas de la piel, encontramos la dermatitis, término que incluye un grupo de patologías que se caracterizan por una inflamación cutánea superficial junto a enrojecimiento, edema, exudado, costra y, especialmente, prurito. Se manifiesta de manera aguda después del contacto con el factor desencadenante, el cual puede ser de distinta naturaleza, ya sea química (detergentes, tejidos, níquel), física (radiación solar, frío) o biológica (estreptococos). Dentro de esta categoría también se encuentra la dermatitis atópica, que se conoce como eczema. Aunque en la actualidad se desconoce su causa, se reconoce que cuenta con un componente hereditario. Esta frecuente afección afecta alrededor del 5% de adultos y a un 10-20% de niños, y su incidencia sigue aumentando en el mundo occidental. Por otro lado, encontramos la psoriasis, caracterizada por la aparición de manchas en relieve enrojecidas y con márgenes irregulares, que se deben al crecimiento muy acelerado de las células cutáneas. Aunque todavía no están claros los mecanismos patógenos, se presupone una predisposición genética que produce una alteración del sistema inmunitario. Se trata de una patología crónica y recidivante y, aunque puede afectar a personas de cualquier edad, las franjas con más incidencia son aquellas entre 16 y 22 años, y entre 57 y 60 años. Se puede decir que la psoriasis es una afección bastante frecuente, ya que entre un 2 y un 5% de la población la padece. Otra de las patologías cutáneas destacadas es la urticaria, que se caracteriza por la aparición de ronchas rojas pruriginosas, en pequeñas manchas que tienden a unirse entre sí creando zonas de irritación que pueden llegar tener una extensión considerable. Estas lesiones pueden ser localizadas o difusas y, habitualmente, se desarrollan superficialmente. En cuanto a sus causas, encontramos alergias alimentarias, factores ambientales (como el polvo), arañazos de animales, y factores emocionales y psicológicos relacionados con el estrés. Si hablamos de problemáticas de la piel, también habría que considerar las lesiones que pueden causar las picaduras de insectos. Por ejemplo, las picaduras de abejas, avispas y avispones provocan un dolor inmediato y la formación de una zona roja, hinchada y a menudo pruriginosa, con un diámetro algo superior a 1 cm, aunque en algunas personas puede llegar a ser de 5 cm. En la piel se produce una reacción cuyo origen está en la retención de parte del aparato bucal del insecto (aguijón), en la inyección de sustancias irritantes (secreciones salivales del insecto), y en infecciones secundarias debidas al rascado. Para abordar el tratamiento de estas patologías, las terapias convencionales se basan, principalmente, en dos categorías farmacológicas: corticosteroides, y antibióticos y antifúngicos, ambas con diversos efectos secundarios asociados. Se trata de enfoques que no consideran las causas del problema y que funcionan comprometiendo la barrera cutánea y su función defensiva.

RkJQdWJsaXNoZXIy NTI5ODA=