7 Es uno de los trastornos que más afecta y preocupa a las personas. La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés) modificó ligeramente la definición de dolor en 2020 dejándola de la siguiente manera: “El dolor está definido como una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada o similar con una lesión hística real o potencial”. Dicho esto, el dolor es una experiencia compleja que tiene una constitución múltiple. Un componente sensorial/ discriminativo, relacionado con la localización, intensidad, calidad y características físicas; un componente afectivo/emocional que refleja las consecuencias del dolor en cada persona (posible depresión, baja autoestima, etcétera); y, por último, un componente cognitivo/evaluador que permite al paciente darle un significado a la sensación dolorosa. En líneas generales, se trata de una enfermedad, en cualquiera de sus variantes, que tiene un impacto muy significativo en la calidad de vida de los pacientes. Se considera crónico cuando supera los tres meses de duración, dejando de denominarse el dolor como un síntoma y pasando a ser considerado como una enfermedad per se. Es, sin duda, un problema de Salud pública a nivel mundial, siendo la causa más frecuente de sufrimiento y discapacidad, por lo que la mejora del dolor repercute claramente en una mejor calidad de vida para los pacientes que lo sufren. Estudios realizados en el año 2014 estimaron una prevalencia global del 20%, lo que supondría a día de hoy cerca de 1.600 millones de pacientes con dolor crónico en el mundo. Cuantificar el dolor es bastante complicado por la diversidad de sus manifestaciones (punzante, sensación de quemazón, intermitente, si mejora o empeora con el movimiento, etcétera) y el carácter subjetivo de su percepción. Por este motivo, se recurre a métodos que tengan una elevada validez y fiabilidad y fácilmente comprensibles por el paciente. A pesar de que, generalmente, toman forma de escalas validadas (analógica, verbal, numérica o gráfica), se utilizan de la misma manera ciertos cuestionarios. Los más empleados son el del dolor de McGill (MPQ), el cuestionario de afrontamiento ante el dolor crónico (CAD), el cuestionario DN4 (DN4) o el inventario multidimensional del dolor de West Haven-Yale (WHYMPI), entre otros. El dolor puede condicionar la vida, y mucho. Impregnarla, tanto de quien lo sufre como de sus familias. El dolor crónico, cuando persiste más allá de las doce semanas, conlleva sufrimiento, alteraciones del sueño, ansiedad, pérdidas laborales, disminución de relaciones sociales o discapacidad, entre otras consecuencias. En los casos más graves, incluso pérdida del sentido de la vida. Así lo explicó Manuela Monleón, enfermera familiar y comunitaria, doctora en Cuidados de la Salud y coordinadora de la guía Autocuidado en las personas con dolor y el Manual profesional del autocuidado analgésico, en la reciente presentación de ambos documentos elaborados con la colaboración de Grünenthal. Puede tener diferentes causas. Enfermedades crónicas, lesiones previas, trastornos neurológicos, inflamación persistente o factores psicológicos. En muchas ocasiones cuesta llegar al fondo para solucionar el problema. Estos documentos tienen como objetivo dar a conocer las actividades que una persona con dolor crónico puede llevar a cabo para mejorar su dolor. Por ello, recogen recomendaciones sobre actividades que influyen en el control de la enfermedad, como la alimentación, el ejercicio, el sueño, la sexualidad, el ambiente de confort, el ocio y el tiempo libre, las relaciones sociales, la actitud positiva y el humor, cómo expresar lo que se siente, la relajación, etcétera, contemplando igualmente la seguridad en el uso de la medicación, entre otros aspectos. En ese sentido, la guía Autocuidado en las personas con dolor recoge recomendaciones para que los pacientes aprendan a prevenir y calmar su dolor, mientras que el Manual profesional del autocuidado analgésico proporciona información sobre las mejores intervenciones en autocuidado para la gestión de esta enfermedad. La prioridad, según esta enfermera, es “cumplir una de las principales peticiones de las personas que sufren dolor crónico, quienes se quejan de que los profesionales del ámbito del dolor aconsejan actividades (ejercicio, alimentación, relajación, etcétera), pero no concretan cómo llevarlas a cabo”.
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