IM MEDICO #68

69 de diferentes instituciones y coordinado por Belén Martínez Perianes, responsable de Agenda 2030 y formación de la Fundación de HelpAge International España, y Fernando Flores, director del Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de València). La discriminación en la protección de la salud de las personas mayores Como pone de manifiesto José Manuel Ribera Casado, catedrático Emérito de Geriatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, en primer lugar, el edadismo, es un fenómeno extraordinariamente extendido en nuestra sociedad tanto en el ámbito social como en el sanitario, sea cual sea la perspectiva desde la que se contemple. “Las evidencias que constatan prácticas médicas discriminatorias, sea cual fuere el ámbito de especialidad analizado, son abrumadoras. Esto es así tanto fuera como dentro de nuestro país, por más que, como queda apuntado, pueda resultar cierta la existencia de una especie de velo de silencio cuando se abordan estas cuestiones”, alerta. Asimismo, el catedrático sostiene que la sociedad en su conjunto y los propios interesados (los adultos mayores) tampoco toman en consideración de manera suficiente esta realidad. Por ejemplo, en Estados Unidos, un estudio reciente explora la opinión de 2.035 sujetos con edades comprendidas entre los 50 y los 80 años, en relación con su percepción personal de vivencias discriminatorias percibidas en el día a día, y de su eventual repercusión sobre la propia salud. “Los resultados, una vez más, resultan abrumadores”, denuncia el docente. Un 93,4% de los participantes afirmaba ser víctima habitual de prácticas edadistas con proporciones crecientes según era mayor la edad de la persona encuestada. En este estudio el edadismo incluía, junto a la discriminación, cuestiones referidas a los estereotipos y a los prejuicios relacionados con la edad. El trabajo encontró también una vinculación significativa entre las prácticas discriminatorias y el peor estado de salud físico y mental de la población encuestada, así como con la depresión y con la presencia de enfermedades crónicas. Ante esta situación, ¿qué se puede hacer? El geriatra apunta en el análisis que las principales vías para luchar contra el edadismo sanitario pasan por la sensibilización de los profesionales, del colectivo de más edad y de la sociedad en general. “Educadores, medios de comunicación, profesionales y administraciones tienen las claves más importantes para llevar a buen puerto esta lucha”, agrega. Y a su modo de ver, “los adultos mayores deben ser, tanto a nivel individual como colectivo, protagonistas activos. La participación social, el asociacionismo y la denuncia pueden ser herramientas de primer nivel en este terreno”. La atención sanitaria a las personas mayores Por su parte, Francisco José Tarazona Santabalbina, vocal clínico Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), desgrana todos los aspectos relacionados con la atención sanitaria a las personas mayores, desde la prevención a los cuidados paliativos. Desde la segunda mitad del siglo pasado, introduce el especialista, la humanidad ha experimentado un incremento sin precedentes de la expectativa de vida. Actualmente, España, uno de los países más longevos del globo, presenta una expectativa de vida cercana a los 80 años en hombres y próxima a los 85 años en mujeres, incrementándose cada década la población de centenarios. “Este logro colectivo, que debería ser motivo de alegría, presenta también retos y amenazas que deben de ser satisfechos adecuadamente tanto para el colectivo de mayores como para la sociedad”, alerta. De acuerdo con el facultativo, “una de las premisas de la medicina geriátrica que no termina de calar en los ámbitos institucionales, independientemente de la administración del Estado que ostente las competencias, es que la inversión sanitaria en prevención, tratamiento, rehabilitación y aproximación paliativa, según las circunstancias individuales del adulto mayor, redunda en una mejor calidad de vida del ciudadano y en una mejor eficiencia del sistema al reducir posteriores costes sociales y sanitarios”. A lo largo del capítulo, Tarazona repasa las claves de una medicina geriátrica en amplia expansión para ofertar al paciente mayor una atención sanitaria de calidad en los distintos niveles sanitarios. Esta atención sanitaria, “se encuentra respaldada, y avalada, por importantes publicaciones científicas en forma de ensayos clínicos, revisiones sistemáticas y metaanálisis”, aclara. Asimismo, el vocal clínico de la SEGG pone de manifiesto que esta atención presenta importantes datos respecto a la eficiencia de esta práctica clínica especializada en el adulto mayor. Sin embargo, “encontramos barreras importantes en la implementación de esos servicios y unidades basadas en el edadismo, en la inequidad de la atención dentro del territorio estatal e incluso dentro de los propios territorios autonómicos”. A este respecto, Francisco José Tarazona denuncia que se observa “una clara asimetría” en la accesibilidad a unos mismos recursos adecuados dependiendo del lugar de residencia del usuario mayor. Del mismo modo, “se dan varias velocidades en la implementación de unidades de manejo domiciliario, de recuperación funcional y de media estancia, o convalecencia como también son denominadas, en el territorio estatal y una diferente oferta de servicios sanitarios como las unidades geriátricas de agudos, el acceso a recursos sociosanitarios públicos o a unidades específicas de rehabilitación como las unidades de ictus o los hospitales de larga estancia (HACLES)”. “Independientemente de las transferencias en materia de salud a las comunidades autónomas, el principio constitucional de igualdad de acceso a los servicios públicos debería ser garantizado, situación que no se produce en el momento actual. Esto obliga a establecer unas directrices consensuadas entre la administración central y las autonómicas para consensuar los estándares de calidad en la atención a los mayores con el objetivo de evitar la actual situación que lejos de beneficiar a nadie termina perjudicando a un colectivo vulnerable como es el de los adultos mayores”, añade el doctor. A su modo de ver, procurar la mejor calidad de vida posible al mayor es el objetivo principal, pero para ello, “las administraciones no deben ser el obstáculo o la barrera, sino un aliado que contribuya a la mejor atención al mayor, la cual, a su vez, redunda positivamente en un ahorro eficiente para los sistemas sanitarios públicos”. Ahora bien, como concluye Tarazona, “esta mejora de la atención no será nunca posible sin conseguir una clara mejora de la coordinación entre los servicios sanitarios y sociales, y de la adecuada coordinación y comunicación entre administraciones para mejorar la atención a los adultos mayores de forma equitativa y simétrica”.

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