61 úlcera y hay que hacer algo.“No puedes culpar al paciente de esto. Pasa porque se ha podido comer mal, pero, en ese momento, hay que tratarlo. El enfoque asimismo tiene que ser holístico, porque el paciente con un trastorno mental no es solamente la enfermedad y los síntomas, es una persona que está teniendo un trastorno mental con sus síntomas, pero sobre todo es una persona. Por eso, tiene que participar una psiquiatría con todas sus ramas, con la biológica, la antropológica, la humanística, la de psicología clínica, la de asistencia social. Y toda la labor social”, argumentó. Destacó que hay que reintegrar y rehabilitar a todas las personas, no sólo quitarles los síntomas o enseñarles a vivir. Reclamó, en el tema de la enfermedad mental, que “siempre ha sido la cenicienta de la de la Sanidad”, la participación de los políticos, para que le den la importancia que posee. “Hay que darle importancia a la salud mental a la hora de los presupuestos, de invertir en investigación y en medicamentos, por el tremendo coste personal y social que tiene”, reflexionó. Añadió que igualmente hay que implicar a los médicos psiquiatras, a los psicólogos clínicos, a los asistentes sociales, a la Enfermería,“que tiene mucho que ver en el tratamiento de los pacientes con trastornos mentales”, y a la educación de la comunidad, en la reducción del estigma de los enfermos mentales. De esta manera, Carrasco dejó claro que“tiene que implicarse a todos los sectores profesionales y políticos, pero a la comunidad también hay que educarla”. Subrayó que hay que transmitir que la mayoría de las enfermedades mentales, hoy en día, van bien y se curan, que “no son un lastre para toda la vida”. Denunció que hay una serie de mitos que circulan y que hacen que cueste más la reinserción en el entorno después, quizá, de padecer una depresión. Retos Carrasco indicó que, precisamente, el primer reto que tenemos es “el reconocimiento de que la mente enferma, igual que enferma el estómago o enferman los músculos”. Aseveró que, cuando uno está mal, no es siempre porque haya hecho algo negativo o porque sea culpa de nadie. “Ese concepto general de que la mente enferma y deja de estar enferma cuando se cura es algo tan normal como tener una enfermedad del riñón”, insistió. Instó a quitar el estigma. “Luego, implicarnos en intentar reducir eso desde todos los ámbitos”, declaró. A su juicio,“el reto principal es crear un escalón de profesionales por debajo de los psiquiatras y de los psicólogos clínicos que sean formados por ellos, que atiendan a la población en los ámbitos educativos para la prevención, en pautas, en conocimientos sobre el manejo emocional, sobre la salud mental, sobre el manejo del estrés, sobre la reducción de mitos en relación con muchas cosas, sobre la mejora de la relación interpersonal”. Lo fundamental sería que hubiera un equipo de profesionales que hayan sido formados en esta materia y que puedan intervenir ya desde los niveles educativos y vecinales, antes de llegar al psiquiatra o al psicólogo clínico. Ratificó que “hay un problema de banalización de la salud mental; generalmente desde la sociedad, desde los medios de comunicación y desde la política”. Justificó que se habla de una salud mental como si fuera muy claramente definible lo que es estar sano mentalmente. “Sí que hay unos criterios de salud mental que pueden ser definidos por psiquiatras y psicólogos. Hay banalización en cuanto a que salud mental significa no tener ningún sufrimiento y entonces ahí se confunde salud mental igual a felicidad, lo cual confunde muchísimo las cosas, porque todo en salud mental es no tener ningún sufrimiento y se llama salud mental a cualquier problema de la vida”, razonó. Le cuestionamos qué papel juega el medio ambiente en la salud mental.“Influye, como en toda la medicina, en las enfermedades mentales. El calor impacta en todo el funcionamiento gástrico, en el renal y en las neuronas; produce cierta irritación. Produce estados mentales, pero no tanto como para considerarlo un trastorno y medicalizarlo”, contó. Puntualizó que es un poco mito el que los factores sociales median más que en ninguna otra enfermedad. “Lo que dice la ciencia es que, para las enfermedades mentales, para las depresiones mayores, para la esquizofrenia, para los trastornos bipolares, los factores sociales no son tan primordiales. Tienen una influencia, pero son más importantes incluso para otras enfermedades. Hay que tomarlos en cuenta, pero no hay que irse al punto de que los factores sociales son los creadores de enfermedades mentales porque eso, al final, lo que conlleva es dejar de investigar en los trastornos mentales y deriva en un problema social”, expuso. Advirtió de que, como no es “HAY QUE DARLE IMPORTANCIA A LA SALUD MENTAL A LA HORA DE LOS PRESUPUESTOS, DE INVERTIR EN INVESTIGACIÓN Y EN MEDICAMENTOS” así, ningún arreglo social hará desaparecer las enfermedades mentales. Hay esquizofrenias, depresiones y trastornos bipolares independientemente del estatus social. Está bien tenerlos en cuenta, aunque no hay que caer en el mito de que son provocadas por trastornos sociales, “porque entonces negamos la enfermedad mental y dejamos sin amparo a los pacientes”. Reconoció que cada vez hay más trastornos de la personalidad. “No porque haya más pobreza o porque se intensifique el problema del acceso a la vivienda. Hay más trastorno de la personalidad porque ha cambiado la cultura, la de las relaciones con la autoridad, la de los límites, la de los referentes que daban seguridad a la gente, la del consumo de tóxicos y de drogas, la de la baja tolerancia a la frustración y de intentar evitar el esfuerzo”, describió. Apuntó que es lo que sería una cultura que viene de los años 70, que es la de que no haya estrés, pensando en que, si no lo hay, no habrá trastornos mentales. Si bien, “el estrés siempre está ahí, porque te lo genera la propia vida”. Su conclusión fue que hay una baja tolerancia a la frustración que lleva a que haya más trastornos de la personalidad. Esto quiere decir que hay más ideas de suicidio, autolesiones ante las frustraciones, intolerancia al malestar, relaciones de satisfacción inmediata y poco entrenamiento para la constancia, el esfuerzo y la gratificación diferida. Con todo, resumió que “estamos necesitados de que venga más gente a tomarse en serio la enfermedad mental, a poderla abordar desde diferentes perspectivas y con más profesionales”. +
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